Festival Internacional Jazz Madrid 25: Los Wooten asaltan Madrid
Llovía a mares en Madrid a la misma hora que comenzaba uno de los mejores conciertos a los que se puede asistir en la actualidad si se busca jazz, funky, rock, chispas de rap o pizcas de country. Sobre el escenario del ‘Teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa’ Víctor Wooten y sus hermanos para convertir el lugar en una locura musical.
Una pregunta que suelo hacerme, después de un buen concierto de jazz, es por qué el personal no se pone a bailar sin problemas si es que lo pide la música. Un concierto de jazz en silencio completo, sin mover los pies o los brazos y sin expresar el sentimiento que hace florecer la música, es extraño. Tal vez algo estéril. Ayer, esa pregunta me la tuve que hacer durante hora y media puesto que parecía imposible que la gente no se levantara para bailar. Casi al finalizar, algunos jóvenes ya no pudieron aguantar más y en un tema con una carga de funky descomunal y arrolladora se levantaron y se dejaron llevar por las fusas, corcheas y redondas, por los compases contabilizados por Víctor Wooten, por una base rítmica robusta y exacta o la improvisación de unos músicos extraordinarios por muchas razones. Sumar a la música la danza es algo que el ser humano siempre hizo de forma natural. La expresividad siempre ha sido necesaria para el ser humano, para entender lo que le sucede y hacer comprender eso mismo a los demás. Por eso, entre otras cosas, existe la música o la pintura o la literatura. Sin explicar nuestro relato colectivo e individual no podríamos seguir adelante. Por eso convendría bailar al escuchar esa música que no nos permite dejar de seguir el ritmo con los pies.
Los hermanos Wooten son, por separado, unos músicos de calidad contrastada y reconocida de forma unánime entre la crítica y los aficionados al jazz. El más joven de ellos ha sido señalado como uno de los mejores bajistas de la historia por la revista Rolling Stones. Y no es para menos porque el instrumento en manos de este hombre se convierte en un objeto mágico, en un instrumento que puede liberar sonidos que uno no sabe que existen. El swing de Víctor Wooten es milimétrico, el sentido del ritmo exacto y la intensidad que alcanza cada compás, si Víctor Wooten está a los mandos, es muy difícil de explicar. El fraseo de este bajista es original, el lenguaje que explora es siempre novedoso, la improvisación sorprende por su claridad y solidez. En fin, un verdadero espectáculo. Roy, uno de los hermanos mayores (Future Man es su apodo) es un baterista formidable. No se arruga si tiene que levantarse para colocarse frente al micrófono y cantar con buen timbre y afinación. Y si se levanta con el instrumento que él mismo inventó colgado del hombro (‘drumitar’ de llama el instrumento con forma de guitarra amorfa que suena como un artefacto de percusión completo) la cosa se multiplica y el concierto se dispara en interés y perfección. Joseph (estuvo sobre los escenarios formando parte de la Steve Miller Band) es un terremoto con el teclado y con la talkbox. Es el que arrima el trabajo a territorios que casan siempre bien como son el funky, el soul o el rap. El cuarto de los hermanos, Regi, es el guitarrista. Mucho rock, mucha improvisación que arrastra al que escucha a lugares que están allí mismo de forma inexplicable. Ay, que voz tan bellamente desafinada y rasgada al mismo tiempo. Es un virtuoso.
Dicho todo esto, es necesario señalar que la unión de estos cuatro músicos da como resultado un espectáculo sin igual. Soul, jazz, rock, rap, country, funky y miradas exclusivas de la realidad, removidas con suma delicadeza musical.
El público del Teatro Fernán Gómez disfrutó mucho. Sin bailar, pero mucho. Y es que este concierto era un privilegio que pocas veces se puede disfrutar.
Por cierto, muy bien el sonido cuando no es un concierto fácil.
G. Ramírez

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