Breve historia del jazz (I): Los esclavos negros y la nueva música

by - febrero 13, 2024

 

Siempre se habla de Nueva Orleans si se quiere señalar cómo nació el jazz. Sin embargo, en cientos de ciudades y pueblos norteamericanos estaba pasando lo mismo y al mismo tiempo; a principios del siglo XIX, Estados Unidos era un hervidero en el que casi cualquier cosa era posible, podían encontrarse personas de todas las nacionalidades posibles que convivían con enorme naturalidad y respeto. Y, entre ellas, los esclavos negros sobrevivían a un trato atroz e inhumano.

Es necesario apuntar brevemente que los esclavos aprendían improvisando, vivían en un entorno hostil. Estar lejos de casa a la fuerza y siendo maltratados sin motivo alguno les convierte en seres en constante movimiento, en personas que viven a un ritmo diferente y que hacen música a un ritmo distinto y desconocido. Los sonidos y ritmos ancestrales de África son conservados en la memoria colectiva de los hombres y mujeres negras que fueron secuestrados y obligados a tener una vida que no quisieron para ellos nunca jamás. La improvisación al vivir se traduce y se convierte en sonido. Por otra parte, esa gran cantidad de personas distintas que podían llegar a convivir en las diferentes poblaciones se convierte en una especie de esponja que se queda con lo nuevo, en un ámbito en el que se puede intercambiar y aprender. Todo lo que sucede se tiñe de mezcolanza y de intenso aprendizaje. El jazz es el producto de la mezcla de diferentes elementos culturales que antes eran independientes unos de otros. A este fenómeno de fusión se le llama sincretismo y es el comienzo del jazz aunque, del mismo modo, del cajún, el blues o el zydeco. Estos ingredientes fueron esenciales y el perfecto caldo de cultivo para que el jazz apareciese en escena.

Sea como sea, centremos la mirada en Nueva Orleans, sobre lo que sucedía durante el año 1817. Congo Square se convierte en el lugar en el que los negros africanos podían bailar y cantar aun siendo esclavos. En el resto de la ciudad, otros esclavos llegados de las Antillas traen sus ritmos caribeños. Los llegados de Sudamérica llegan con sus ritmos de trabajo y eclesiales. Se suman los criollos de color que ponen sobre el tapete musical un refinamiento musical muy europeo. Jelly Roll Morton (criollo y pionero del jazz) llegó a decir que «si no se consigue poner dejes españoles en las melodías nunca se tendrá lo que yo llamo el aliño adecuado para el jazz». Todo está preparado para que las músicas se mezclen, para que lleguen las primeras piezas que nos llevarán al nacimiento de una de las formas de música más importantes de la historia.

Nueva Orleans vive a diario desfiles que se acompañan de bandas de metal. El Mardi Gras es ya una realidad, la vida de la ciudad se acelera sin control entre un aumento de la prostitución y el juego sin precedentes, un desenfreno desconocido hasta entonces y, al mismo tiempo (cosa muy americana) una religiosidad disparatada (en una esquina rezan los cristianos y en la parte trasera del edificio se practica el vudú).

Todo este movimiento está muy ligado a otro tipo de híbridos musicales que fueron dibujando el escenario más propicio para la irrupción de algo que se estaba elaborando con fuerza. Los minstrel shows o juglares son el ejemplo más claro. Nacen antes de la Guerra Civil y son ofrecidos por blancos, pintados de negro, que imitaban a los negros intentando ridiculizar las costumbres de los esclavos. Pero llegó el momento en que los negros, aprovechando algunas circunstancias permisivas, hicieron lo mismo en sentido inverso. Llegó un momento, cuando más aporta al nacimiento del jazz, en que la cosa de los minstrel shows es compleja. Sería algo así: imitación por parte de los negros de la caricatura que hicieron de sus costumbres los blancos (incluyendo la música) que interpretaban hombres blancos disfrazados de negros y negros disfrazados de blancos. Un híbrido que se proyecta sobre otro nuevo que es el jazz.

La abolición de la esclavitud permitió que el jazz comenzase a existir. Se produce una explosión enorme de creatividad durante el tiempo que dura lo que se conoce como 'la reconstrucción'. Aunque en 1877, al retirarse las tropas del sur de Norteamérica, la ley blanca regresa con toda su brutalidad para cortar por lo sano todo aquello que representara cierto grado de libertad de la población negra. Nueva Orleans se libra, en un principio, de este cambio tan brusco. Por ello, escapando de las llamadas ‘leyes Jim Crow’, llegan a la ciudad los que creen que tendrán un futuro algo más cómodo. Con ellos, desembarca el country blues.

El blues busca más la estética que la degradación que manejaban los juglares. Es una música muy elástica y ya es totalmente americana. A diferencia de lo que siempre se ha creído, el blues no es triste. Al contrario, es una forma de escapar de la tristeza. Es pariente de los cantos de iglesia. Toda la música americana se teñirá de blues. Incluido el jazz.

Actualmente, el blues nos lleva hasta una forma exacta en segmentos de doce compases que reposan en armonías de tónica, dominante y subdominante en los que dominan las llamadas blue notes.

Este country blues evoluciona hasta lo que se conoció como blues clásico y en el que el predominio de las mujeres fue absoluto. Las cantantes femeninas desarrollaron grandes diferencias entre sexos como tema central. La conciencia femenina en asuntos de amor se hacía patente en la música.

Aunque el jazz se ha mostrado más voluble y más abierto a cambios sorprendentes y el blues se ha mantenido firme en sus primeras estructuras, la relación entre blues y jazz ha seguido siendo muy estrecha. A veces, la pregunta es dónde acaba el blues y dónde comienza el jazz. 

En 1890, llega a Nueva Orleans un tipo de música que se uniría en ese comienzo del jazz a todo lo demás. Llega el ragtime. Alegre, fresco, sincopado, de la mano de los pianistas negros. Comienza a escucharse y a bailarse. Es el arquetipo de música revolucionaria. Edward Buxter llegó a decir que el ragtime era la «síncopa alocada». No todos entendían su significado.

Ya estaba todo listo para que el jazz apareciese y se convirtiera en un tsunami brutal que arrasaría con la idea de música imperante.

G. Ramírez

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