facebook twitter instagram youtube
  • INICIO
  • SECCIONES
    • Cine
    • Danza
    • Música
    • Series
    • Televisión
    • Teatro
    • Pintura
  • ESCRITORES
    • Roberto Cruz
    • Nirek Sabal
    • Gabriel Ramírez
  • PÁGINAS AMIGAS
    • Dos minutos, cuarenta segundos y una novela
    • Dos minutos, cuarenta segundos y una claqueta
    • La Vida del Revés
  • CONTACTAR

Dos minutos, cuarenta segundos y una trompeta

En el centro, Jorge Rodríguez-Norton (José). / Fotografía de Elena del Real

El invierno en Madrid es duro, largo y hostil. Si además del frío aparece la lluvia para dar una mano de gris marengo a las calles, la ciudad se convierte en un espacio difícil. Esa lluvia solo es cómoda al pintar las primeras pecas en el asfalto. Llueve aunque siempre nos quedan los teatros convertidos en refugios. Lo digo muy a menudo. Teatros, museos o salas de cine convertidos en esos lugares en los que sobrevivir hasta que aparecen las primeras flores. Ahora, llueve en Madrid. Ahora, hace frío en Madrid.

Celebrar la vida es algo que se nos olvida con frecuencia. Nos tomamos las cosas demasiado en serio, mucho. Sobre todo a nosotros mismos. Se nos está olvidando sonreír, bromear sin tapujos, poner en duda lo grandioso con humor, con fina ironía. Y es por eso por lo que deberíamos acercarnos más al teatro, a la ópera, a la zarzuela o a cualquier manifestación artística; el arte nos permite explicarnos el universo y nos coloca en lugares retirados de nuestro día a día, casi siempre rodeado de buenas vibraciones y diversión. Es una pena que nos hayamos convertido en carne de redes sociales, de bulos, de una filosofía de vida que olvida la alegría como esencial y de, sobre todo, nosotros mismos.

El Teatro de la Zarzuela de la capital se ha envuelto en ironía, atrevimiento y buen humor. Desde este 29 de enero hasta el próximo 16 de febrero. Asisto al primer día de representación de una de las obras más rompedora, transgresora y divertida de la historia de la música cañí. ‘La corte de Faraón’, una opereta bíblica y sicalíptica según los autores del libreto (Guillermo Perrín y Miguel Palacios) y el compositor de la partitura, Vicente Lleó.

Enrique Viana (Sul). / Fotografía de Elena del Rosal

‘La corte de Faraón’ se estrenó el año 1910, causó sensación, un gran revuelo y enormes cambios en la idea que hasta entonces se imponía sobre lo que debía ser el teatro musical (tal vez el teatro en general). No es extraño tanto alboroto porque la partitura es una maravilla y el libreto se atreve a indagar en lugares que, todavía hoy, son tabús en buena parte de la sociedad. Se suma en la obra opereta europea, cuplé y música castiza. El terceto de ‘las viudas de Tebas’, el cuplé del babilonio o el garrotín son ejemplos muy arraigados en la memoria popular y absolutamente representativos de lo que es ‘La corte de Faraón’. Ahora, el Teatro de la Zarzuela nos acerca una producción del Teatro Arriaga, del Teatro Campoamor y de Teatros del Canal estrenada en 2012.

La puesta en escena es sencilla, todo discreto oropel (si es que este oxímoron se me permite). El tránsito de los distintos cantantes, de los bailarines y de los miembros del coro, está ordenada con sumo cuidado y no se convierte en una molestia para el espectador. Y así, Emilio Sagi, director de escena, extrae petróleo de muy poca cosa. Todo práctico, todo inteligencia, todo ganas de divertir y agradar.

La dirección musical es sólida. El maestro Carlos Aragón entiende a la perfección la partitura y logra arrancar a la Orquesta de la Comunidad de Madrid el mejor de sus sonidos. La batuta de Aragón logra momentos chispeantes, instantes casi impetuosos y, sobre todo, destaca por el cuidado en el acompañamiento de los cantantes.

‘La corte de Faraón’ fue calificada como sicalíptica desde su estreno. Según la RAE, eso significa malicia sexual y picardía erótica. Y para que una opereta de carácter bíblico (ya en el título se habla de Faraón y no del faraón como se puede leer en el Antiguo Testamento) y sicalíptica no desembarque en el mal gusto o más allá de las fronteras de un tono amable, divertido y festivo, debe ser interpretada por cantantes que, además de la voz más poderosa que sea posible, desplieguen un arco dramático que les permita encarnar personajes gamberros, algo disparatados y picantes (¡Picante! Así decía que era la obra mi compañera de butaca, una mujer mayor que se lo pasó bomba con la representación. Hacía años que no escuchaba ese adjetivo en un contexto teatral). En este sentido, todos los cantantes que aparecen en escena se acoplan de mil amores a su papel.

María Rey-Joly (Lota) y Jorge Rodríguez-Norton (José). / Fotografía de Javier del Real

Gustó María Rey-Joly (Lota) que, sin una voz enorme, defendió su trabajo con gracia, delicadeza y un punto vacío de vergüenza que se agradece. Algo descontrolada en la zona más aguda del registro. Jorge Rodríguez-Norton (José) llena buena parte del escenario cuando aparece. Tan discreto como correcto al cantar. El trabajo de Luis Cansino (el Gran Faraón) es compacto y rotundo; las horas de vuelo de este intérprete le convierten en un valor seguro sea lo que sea que se represente. Y María Rodríguez (Reina) y Annia Pinto (Raquel) están estupendas en todos los aspectos. El resto del reparto cumple bien, sin grandes alharacas, pero bien.

Y gustó mucho Enrique Viana (Sul) con el cuplé más famoso de la obra (Ay, Ba… Ay, Ba… Ay, Babilonio que marea…). Puso la platea en movimiento sin resistencia alguna, consiguió que se escucharan las risas con fuerza y dejó bien claro por lo que esta obra es una de las más representadas de la historia del teatro musical español (si no la que más), dejó bien claro que las intenciones de la obra se arriman a la diversión y a convertir en una fiesta la vida. ¡Qué cosa tan divertida, por favor!

El teatro es vida, la música es vida, ‘La corte de Faraón’ también lo es. Y la lluvia que ya no estaba al acabar la función.

G. Ramírez

The Paramount Quartet. / © Rafa Martín

Madrid. Tarde ventosa; pasada por una lluvia, a veces fina, otras más grosera. Todo invitaba a buscar cobijo en el Auditorio Nacional de Madrid. Y es que dentro del ciclo ‘Jazz en el Auditorio’ el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) tenía programado, para alegría de todos los aficionados al jazz, el concierto de la banda The Paramount Quartet. La expectación no era menor y el run run característico que se escucha antes de un concierto en el hall del Auditorio ya anunciaba que algo grande o mágico podía pasar.

The Paramount Quartet es un grupo que está formado por cuatro músicos extraordinarios. Joe Lovano con su saxo tenor y sus clarinetes es garantía de buen jazz con arraigo en el territorio más clásico y, al mismo tiempo, más innovador del jazz actual. Resuena en su música la de Parker, Coltrane u Ornette Coleman. La calidad interpretativa de Lovano está fuera de toda duda desde hace ya muchos años. El guitarrista Julian Lage apuntó maneras desde que iniciaba su carrera musical y se ha convertido en uno de los músicos más sorprendente del panorama actual, en un guitarrista con una proyección que no parece tener límites. Lovano se fijó en él hace mucho tiempo y han terminado haciendo el mejor jazz posible unidos por una capacidad de improvisación inusual y un sentido musical despampanante. Santi Debriano, con su contrabajo, es garantía de solidez en la base rítmica de cualquier tema que se enfrente por parte de sus compañeros y junto a otro bracero de indiscutible calidad, el baterista Will Calhoun, dejan claro que la necesidad de una base rítmica solvente es imprescindible para que las cosas funcionen sobre el escenario.

El que escribe tenía muchas ganas de escuchar en directo a estos cuatro músicos, de comprobar si el resultado es tan bueno como cabía esperar y anuncian a voces desde cualquier lugar en el que The Paramount Quartet ha recalado. Y, desde los primeros compases, quedaba claro que, esta vez sí, la suma de cuatro músicos de enorme calidad da como resultado un cuarteto de enorme calidad, algo que no siempre se consigue puesto que las matemáticas no son tan infalibles en el territorio de los egos.

Julian Lage. / © Rafa Martín

El concierto fue de menos a más aunque ya en el ecuador del espectáculo todo pareció saltar por los aires. Los ritmos más ancestrales, más africanos, más negros, se posaban sobre las tablas después de salir despedidos desde la batería de Will Calhoun que, con un sentido del swing sólido y casi abrumador, soportaba cualquier iniciativa improvisadora e inesperada de sus compañeros. Debriano aportaba la forma de entender el jazz más académica, la más cercana a la formación clásica y exquisita (los solos en los que también utiliza el arco son formidables y cuben de terciopelo cada corchea). Por su parte, Lulian Lage sumaba un fraseo incontestable con su guitarra,  una capacidad improvisadora descomunal y los ritmos más cercanos al rock o, sorprendentemente, a la bossa nova que convertían el conjunto en algo especial, original y precioso. Lovano, a los mandos, nos contaba el mundo desde una perspectiva tan personal como hermosa, un prisma desde el que el universo se puede observar con rebeldía, con la posibilidad de convertir todo en una obra de arte. Sonaba buen jazz en el Auditorio de Madrid.

Joe Lovano y el baterista Will Calhoun. / ©Rafa Martín

Por supuesto, la platea se entusiasmaba un poco más con cada tema y terminó recibiendo la ‘propina’ de los músicos con necesidad, sabiendo que el poso que dejan conciertos como este de Lovano y su banda, son resistentes al paso del tiempo, a toda una vida.

Otro acierto más del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) que acumula muescas ganadoras  con cada concierto programado.

Las calles de Madrid, tras hora y tres cuartos de concierto, esperaban tan hostiles como al entrar. Aire helado, humedad que se agarra con fuerza... Pero todo más llevadero que antes de entrar en la sala.

G. Ramírez

Tía Juana la del Pipa y Tomasa Guerrero; a la guitarra Manuel Valencia © Elvira Megías

Con el frío intenso instalado en la ciudad, los aficionados madrileños al flamenco teníamos un refugio asegurado en el Auditorio Nacional. Y es que, dentro del ciclo ‘Andalucía Flamenca’, el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) tenía programado un concierto atractivo y muy esperado.  Tía Juana la del Pipa, Tomasa Guerrero ‘La Macanita’ y el guitarrista Manuel Valencia, iban a dar cobijo a un aforo completo que, puntual, se mostraba ansioso por escuchar ‘Barrio de Santiago’ (así han llamado el concierto). Las entradas estaban agotadas desde muchos días antes.

Manuel Valencia es un viejo conocido en Madrid. Recuerdo el concierto de Jesús Méndez -en este mismo escenario- en el que el guitarrista dejó bien claro que su técnica es envidiable y su duende está pegado a cada cuerda del instrumento. Esta vez, estuvo muy bien durante todo el concierto, dando el aire que necesita para cantar a ‘La Macanita', acompañando con su toque envuelto en pura seda a Tía Juana la del Pipa. Hay que señalar que algún asistente al concierto pidió en un par de ocasiones que el ingeniero de sonido elevase el volumen de la guitarra de Manuel Valencia. Es cierto que la guitarra sonaba un poco por debajo incluso de las dos palmeras, pero es que se trataba de buscar un sonido natural y para conseguir ese efecto uno de los peligros es que el instrumento parezca quedar en un lugar de menos empaque que el preciso. En realidad, tampoco fue un problema aunque algo de razón tenía ese aficionado que pedía rectificar el diseño de sonido. Dejó dos piezas en solitario, al comenzar el concierto, tarantos y algo que no alcanzo a fijar en un palo concreto, que sirvieron para dibujar un clima propicio.

Tras esas dos piezas interpretadas por Manuel Valencia de forma primorosa, Tomasa Guerrero subió a las tablas del Auditorio Nacional para dejar patente que si alguien quiere saber qué es una soleá y cómo se canta, está obligado a escuchar a esta jerezana. Hace unos años, tuve el privilegio de charlar con Tomasa y una de las cosas que me dijo fue que 'hay quien cree que esto va de subirse a un escenario y ponerse a cantar. Y es mentira. Hay que saber sentarse, ponerse como es debido. Todo tiene sus secretos'. Qué razón tenía al decirlo y qué bien sabe plantarse sobre las tablas. Comenzó con una discreta malagueña. Dedicó una bulería por soleá a Eduardo Serrano Iglesias 'El Güito', bailaor que murió hace unos días y Tomasa cantó encontrando giros y quiebros en la voz que solo ella es capaz de hacer suyos. Con las segurillas estuvo igual de bien. Espléndida ‘La Macanita’.

Tía Juana la del Pipa © Elvira Megías

Era el turno de Juana Fernández, una mujer que a sus setenta y siete años parece incombustible. Siempre que la escucho cantar y la veo moverse por el escenario pienso que es la reina de este negocio que llamamos cante flamenco. Con la esencia jerezana a cuestas, Tía Juana la del Pipa cantó con un quejío y una jondura que tiraba de espaldas, con mucha verdad. Esta mujer, además, llena el escenario según aparece. Vestida de blanco (solo unos lunares negros en el pañuelo) parecía levitar sobre las notas que Manuel Valencia arrancaba de su guitarra. Bularía por soleá, fandangos... todo espléndido.

El Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) vuelve a acertar en su programación y consolida otro de sus ciclos que suma éxito tras éxito.

Al salir, el frío seguía anclado a la ciudad aunque el rescoldo del buen flamenco ayudaba a resistir una temperatura que invitaba a refugiarse en casa.

G. Ramírez

José Luis Balbín

Produce un inmenso bochorno echar un vistazo a los programas de televisión en los que se producen debates sobre asuntos diversos. Salvo honrosas excepciones, la talla intelectual de los que participan es muy bajo, los gritos abundan, los aspavientos son frecuentes e, incluso, se llega al insulto o a la falta de respeto. Hay algún caso en el que el nivel de los participantes en el debate es, a priori, estupendo. Por ejemplo, el debate lo protagonizan periodistas. Y, también, todo termina como el Rosario de la Aurora. Ofensas, gritos, interrupciones, acusaciones. Un auténtico desastre.

Hemos aprendido (en general; ya sé que algunos siguen manteniendo intactas sus formas y su nivel de cortesía sigue siendo exquisito) que lo que funciona es gritar, quitar la palabra al otro y decir alguna barbaridad de vez en cuando. Al menos, eso es lo que nos dicen repetidamente. Por ejemplo, programa de éxito es igual a programa en el que se dicen cosas horribles de otros, en el que los grandes protagonistas son unos incultos de cuidado que gustan más a la masa cuanto más daño son capaces de hacer. Hemos aprendido que tener razón equivale a decir nuestra verdad muy, muy, alto. Hemos aprendido que eso de respetar a otros está muy por debajo de lo que creemos que es la verdad.

Creo que hay que decirlo alto y claro. Las pantallas de televisión se han llenado de periodistas gritando e interrumpiendo a otros periodistas; se han llenado de paletos que abren la boca para destrozar el lenguaje, de personajes patéticos que son invitados dado el bochorno que provocan y el ridículo que pueden llegar a hacer puesto que eso se prima. En las pantallas de televisión se está normalizando la chabacanería, se está señalando el camino de la ignorancia como uno más.

Recuerdo que siendo un jovencito, los viernes por la noche (tal vez los sábados, en realidad no lo recuerdo) se emitía en la televisión pública un programa que dirigía José Luis Balbín. La clave. Te sentabas delante del televisor y escuchabas. La opinión de uno, del otro, otra más... Cada turno de palabra se respetaba con pulcritud, los asuntos se trataban por aquellos que sabían de lo que iba la cosa y no por el primero que pasaba por la puerta... En fin, era un programa serio, un programa que merecía la pena. Acababa el programa y tu criterio era un poco más sólido. Hoy, por más que busco, no encuentro nada parecido.

En cualquier caso, alzar la voz y hacer el ridículo es eso y no otra cosa. Aunque aparezcas en la televisión y te paguen un dineral. Un paleto con dinero no deja de ser un paleto. Creer que un sujeto que grita más que otro tiene un criterio sólido y poderoso, es un error. Admirar a hombres y mujeres que ganan dinero a base de decir idioteces y hacer daño con sus palabras, es lamentable. Y esto está pasando.

G. Ramírez

La compañía Trajano Teatro se fundó en 2015 y lo hizo el que es ahora director del grupo, Manuel Jiménez Jiménez. El grupo se encuentra en Santiponce (Sevilla) y está compuesto por diez personas desde que hicieran los sainetes del Álvarez Quitero, piezas que siguen representando de forma puntual en distintos escenarios.

Además, de esos sainetes y de la obra ‘Hazme de la noche un cuento’, Trajano Teatro representa, ahora, su nuevo libreto ‘Promesas de libertad’ que es con el que llega a Madrid. Será el próximo 18 de enero en la Sala La Encina Teatro del popular barrio de Lavapiés. La obra ya ha pasado por Santiponce, por el XVIII Festival Nacional de Teatro Aficionado Fernán Caballero (Dos Hermanas, Sevilla), VII Certamen de Teatro Aficionado Algabeño (La Algaba, Sevilla) y por el X Certamen Nacional de Teatro Aficionado Villa de Aznalcóllar (Aznalcóllar, Sevilla) en el que recibieron diversos premios.

‘Promesas de libertad’ es un texto dramático adaptado por el propio autor de ‘La Revuelta’, Santiago Serrano. Habla de la historia de una familia en tiempo de guerra, una familia que trata de sobrevivir a la losa que representa un conflicto armado. Todos los personajes procuran liberarse aunque tienen que transitar lugares hostiles de la realidad que marcarán para siempre su existencia. Se mezclan traición, venganza y muerte; metas que quedan lejos aunque se pueden alcanzar por medios de dudosa moral.

Ninguno de los integrantes de la compañía viven de hacer teatro, algo que se ha convertido en una constante. Pero no falta compromiso inquebrantable, dedicación y gusto por el buen trbajo sobre el escenario.

El próximo día 18 de enero, a las 18.00 horas y a las 20.00 horas, podremos disfrutar del espectáculo los aficionados madrileños que nos acerquemos a la Sala La Encina Teatro (Calle Ercilla 15). Se pueden adquirir las localidades en este enlace.

Newer Posts
Older Posts

BIENVENIDOS

¡Ya estamos aquí! Y sólo necesitamos de dos minutos y cuarenta segundos de tu tiempo; lo suficiente para llamar tu atención y conseguir que te quedes por aquí un rato más. Jazz, ópera, danza, teatro y televisión serán los temas sobre los que todos diremos aquello que nos parezca pertinente. Lo impertinente nos lo podemos ahorrar. ¡Qué ganas tenía de tenerte tan cerca!

TRADUCTOR

SÍGUENOS

LO MÁS LEIDO

  • 5 Canciones para un día lleno de amor y bochorno
    El Día de los Enamorados es hortera, es prescindible, es bochornoso si los enamorados se empeñan en mostrar su amor en público y un negocio ...
  • Breve historia del jazz (I): Los esclavos negros y la nueva música
      Siempre se habla de Nueva Orleans si se quiere señalar cómo nació el jazz. Sin embargo, en cientos de ciudades y pueblos norteamericanos e...
  • 'La Isla de las Tentaciones 7' o ponerse ciego sin caerse de espaldas
      Hemos conocido programas de televisión lamentables, irrelevantes, vomitivos, vergonzantes y aburridos. Hemos conocido programas de televis...
  • GH Dúo: Ana María Aldón a la calle; Finito e Ivana a la casa
      ¿Quién se cree la pareja formada por el tipo que se hace llamar Finito y la joven Ivana? Claro, ni usted ni nadie. Y es que cuando un adef...
  • La canción preferida de... Roberto Cruz
      Era 1997 cuando empezó mi viaje particular a las estrellas de las que Jamiroquai habla en su canción ‘Cosmic Girl’. Sus primeros acordes s...
  • La canción preferida de... Marichu Marti
      La escucho. 'Sleep on the Floor' de The Lumineers, un lugar en el que siempre estoy. La escucho desde que tengo dieciséis años, d...
  • Jazz para los que no saben de jazz (I). El tono
      Cuando he preguntado alguna vez a alguien por qué le gustaba el jazz he recibido a cambio respuestas imposibles por su complejidad, otras ...
  • ‘El juego del calamar 2’: La sangre siempre gusta
    Superar la primera entrega de 'El juego del calamar' era casi imposible. El efecto que se produjo envuelto en sorpresa fue algo insó...

ARCHIVO

  • marzo (2)
  • febrero (4)
  • enero (5)
  • diciembre (3)
  • noviembre (12)
  • octubre (12)
  • septiembre (12)
  • agosto (1)
  • julio (4)
  • junio (3)
  • mayo (8)
  • abril (6)
  • marzo (25)
  • febrero (30)

CONTACTAR

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

VISITAS



Copyright © Dos minutos, cuarenta segundos y una trompeta | Adapted by BD | Política de Privacidad