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Dos minutos, cuarenta segundos y una trompeta

La banda de Paquito D'Rivera en Teatro Fernán Gómez CCV © Madrid Destino / Jesús Hellín
 

Último concierto sobre el escenario del Teatro Fernán Gómez CCV programado en el Festival Internacional Jazz Madrid. Como estaba previsto, ha sido un concierto de enorme calidad. Y es que Paquito D’Rivera nunca falla.

El jazz latino gusta mucho en países como España, entre otras cosas, porque lo entendemos muy bien. Aquí también sabemos bailar la vida, celebrar cada minuto de la existencia. Sobre todo de Despeñaperros para abajo aunque los demás no hacemos ascos a vivir intentando ser felices y si es bailando mejor. Todo lo que tiene que ver con el jazz latino  es familiar y cercano, todo es mágico.

Paquito de D’Rivera es un músico descomunal. Según él mismo afirmó durante el concierto del domingo 24 de noviembre, ya son setenta años haciendo música. El que escribe no recuerda un solo concierto de este hombre sin el éxito presente como invitado especial, un solo concierto que defraudase al personal, un solo concierto anodino o planito. Además, Paquito D’Rivera es un tipo cercano, muy simpático, y eso ayuda a que la comunión con el público sea absoluta.

Paquito D'Rivera en Teatro Fernán Gómez CCV © Madrid Destino / Jesús Hellín

Paquito D´Rivera se rodea de músicos extraordinarios. Disfrutamos de Pepe Rivero al piano, un músico con el swing en la punta de los dedos que es capaz de convertirse, desde el primer compás, en el vertebrador del obligado diálogo entre instrumentos. Y disfrutamos de un tema compuesto por él mismo que tituló ‘Pa’ Bebo’.  Elegante en la interpretación, con una enorme carga de reminiscencias clásicas en su música (la formación de este hombre es sólida a más no poder) y una capacidad para la improvisación portentosa. Disfrutamos de un contrabajista Reinier Elizarde ‘El Negrón’ que dejó un par de solos para el recuerdo. Su aportación en el tema compuesto por D’Rivera ‘Basstronaut’ (algo parecido a ‘El bajonauta’) fue de las que dejan boquiabierta a la platea en su totalidad. Soportando la base rítmica es un seguro de vida y si es en compañía del baterista Georvis Pico el efecto se multiplica de forma exponencial. Vaya dos braceros que lleva D’Rivera al lado. Y también disfrutamos del vibrafonista colombiano Sebastián Laverde, un músico eficaz, robusto en la interpretación de la partitura y chispeante en la improvisación. Por si era poco, se unió a la fiesta a medio concierto el armoniquista Antonio Serrano. Sensacional en todo lo que hizo Serrano.

Además de los temas ya mencionados, sonaron el ‘Nocturno de celda’ de Chopin, ‘Mambo influenciado’ de Chucho Valdés, una delicada –casi sofisticada- versión de ‘Cinema Paradiso’ de Ennio Morricone, un tema compuesto por D’Rivera en honor a su esposa ‘A Brenda con amor’ y del ‘Concierto para Clarinete en La’ de Mozart el segundo movimiento convertido en un blues.

El público ovacionó a los músicos sin dejarse una palmada. Y la despedida de este espacio del Festival Internacional Jazz Madrid 24 queda en el recuerdo de los aficionados. Por siempre jamás.

G. Ramírez

 

Michel Camilo y Tomatito en Teatro Fernán Gómez © Madrid Destino / Jesús Hellín

El Festival Internacional Jazz Madrid llega, sin prisas, a su recta final. Madrid ha estado sonando durante semanas a buena música, a jazz clásico, a modernidad o a precioso mestizaje musical; en definitiva a libertad absoluta en la composición y en la interpretación. Madrid se va perfilando como una de las capitales del jazz en Europa.

Fusionar el jazz latino con el flamenco tiene su complejidad. Eso no es ninguna novedad. Intentarlo con un piano y una guitarra, y solo con ello, resulta bastante más complicado y no deja de ser una apuesta arriesgada y, si no nueva, poco frecuente. Hay que tener en cuenta que con esos dos instrumentos hay que crear una base rítmica (que no puede faltar) y que sustituir la batería o un contrabajo con el piano o las seis cuerdas de una guitarra no es cosa que pueda hacer cualquier músico. Solo los virtuosos, los que son capaces de sumar notas a velocidad del rayo y colocarlas en su lugar exacto, son capaces de conseguirlo. Michel Camilo, al piano, y Tomatito, a la guitarra, lo logran con una facilidad pasmosa que, difícilmente, se puede encontrar entre los músicos actuales. Swing y profundidad en cada compás.

La sala Guirau del ‘Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa’ se vestía de gala para recibir a dos músicos grandes, virtuosos, esenciales en el panorama jazzístico actual. Por separado, ambos músicos han demostrado en innumerables ocasiones que hacen sonar sus instrumentos con personalidad propia, con elegancia, con gran conocimiento musical y una técnica solo al alcance de un puñado de músicos a lo largo de la Historia. Juntos, forman un tándem inigualable que funden los ritmos latinos y caribeños más puros con el flamenco más clásico. Michel Camilo es un pianista formidable que despliega elementos técnicos reservados a los virtuosos; es, además, un músico capaz de sentir melodías que emanan del agua de mar, del sol caribeño, del son al que millones de personas danzan la vida cada día. Tomatito es un guitarrista hondo, un músico que resguarda en los trastes de su instrumento la forma de entender el mundo que los hombres y mujeres gitanos han ido acumulando durante siglos. El son latino, el flamenco más puro, un binomio que sobre un escenario solo puede generar entusiasmo, sensaciones arrasadoras y alegría por vivir, entre los asistentes a un concierto.

Tomatito durante el concierto en Teatro Fernán Gómez © Madrid Destino / Jesús Hellín

Llegaban Camilo y Tomatito para presentar su nuevo disco ‘Spain Forever Again’ y, por supuesto, no defraudaron a nadie. Además, de los temas que componen este trabajo, sonaron algunas piezas de anteriores discos como, por ejemplo, ‘A mi niño José’ de Tomatito incluido en ‘Spain’ o los temas que sirvieron de tributo a Chick Corea que se incluyeron en los tres trabajos anteriores del dúo. Gustó mucho la versión de ‘Alfonsina y el Mar’ que llegó a la platea envuelta en elegancia, delicadeza y un cuidado extremo para no malherir la esencia de la canción. ‘Remembrance’, firmada por Michel Camilo; el Adagio del Concierto de Aranjuez; o ‘La leyenda del tiempo’ que hacia presente al mismísimo Camarón de la Isla; fueron construyendo un concierto estupendo. Camilo y Tomatito son viejos conocidos del público de Madrid aunque no por ello dejan de sorprender en cada ocasión. Las ovaciones se sucedieron hasta la de despedida que fue larga, agradecida y sincera.

Michel Camilo © Madrid Destino / Jesús Hellín

La sala Guirau del ‘Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa’ se llenó para recibir a estos dos artistas como no podía ser de otra forma.

Al acabar el concierto, Madrid esperaba encerrada por la oscuridad otoñal que nos recuerda la llegada del frío y el agua de lluvia. Pero hoy eso da igual porque podemos caminar la ciudad con sonidos que nos llevan a la costa cubana, a los atardeceres naranjas que se bailan en el malecón de La Habana. Es la magia de la música.

G. Ramírez

Joselu López, Rocío Faus, Ángel Ruiz, Beatriz Díaz y David Menéndez. / Foto: Javier del Real

Teatro de la Zarzuela de Madrid. Son las siete y media de la tarde (más tres). Comienza la función. La platea está llena. Personas mayores, casi todas. Jóvenes, muy pocos. Una pena que no se logre hacer partícipe a la gente joven de lo que ha sido y es; de lo que representa, desde hace decenas de años,  la zarzuela en la sociedad española; partícipes de una belleza musical, vocal y teatral descomunal; partícipes de la diversión que siempre llega desde las tablas sobre las que se representan estas obras. Pero público no falta, al contrario en la taquilla lucía un bonito cartel anunciando que no había ni una localidad libre.

‘La del manojo de rosas’ es un sainete lírico -en dos actos y seis cuadros- que gusta mucho a los aficionados desde que se estrenó hace noventa años. Fue un martes y trece del mes de noviembre de 1934. En ese momento nadie daba un duro por el sainete como fórmula de éxito y el maestro Pablo Sorozábal demostraba que las cosas bien hechas siempre tienen posibilidades. ‘La del manojo de rosas’ no deja de ser un pequeño milagro que se abrió paso en una sociedad que corría hacia la modernidad más rompedora, una prueba de que adaptar ‘lo de antes’ a ‘los nuevos tiempos’ puede funcionar de maravilla.

Francisco Ramos de Castro y Anselmo Cuadrado Carreño, autores del libreto, habían ofrecido el texto a Federico Moreno Torroba aunque no tuvieron suerte con el compositor. Moreno Torroba no logró escuchar la música que pudiera acompañar aquel libreto. Posteriormente, Sorozábal dijo que sí aunque no antes de conseguir permiso para eliminar momentos determinados y añadir alguna cosa a su gusto. Sorozábal quería escribir un sainete que sirviera de homenaje al pueblo de Madrid y no una comedia ligera al uso de la época; Sorozábal buscaba un sainete que fundiera el baile moderno, el espiritismo, la diferencia entre clases sociales y una situación económica imposible de prever a corto o medio plazo porque esos eran ingredientes esenciales que aderezaban la sociedad madrileña en la que, también, la mujer se había incorporado al trabajo, al mundo de la cultura; en la que la mujer había conseguido derechos fundamentales con gran esfuerzo. La libertad y la igualdad, un aderezo enorme en el sainete de Sorozábal, era algo fundamental para las mujeres de aquellos años, ideas que poco después se vieron reducidas a la nada. Las mujeres que se habían sentido urbanas, trabajadoras de pleno derecho y proletarias, serían condenadas años después a ser amas de casa, no pisar la universidad y ser discretas con sus reivindicaciones. Así fue salvo excepciones. Por eso los personajes femeninos de ‘La del manojo de rosas’ no dan un paso sin pensar en su propia libertad, ninguna está dispuesta a ceder ante cualquier hombre que no cumpla con los requisitos que creen necesarios en un hombre.

Sorozábal plantea dos triángulos amorosos en los que las diferencias económicas (Joaquín, Ascensión y Ricardo) o las culturales (Capó, Clarita y Espasa) serán las que ordenen las relaciones. Y los cantables (en muchos casos, muy bailables) se desarrollan en forma de romanzas, chotis, una farruca o el divertidísimo foxtrot ‘Si tú sales a Rosales’, entre otras formas.

La producción que se representa, ahora, en el Teatro de la Zarzuela se estrenó en 1990. Esa versión escénica de Emilio Sagi sigue siendo actual, precisa y preciosa. Por ejemplo, la primera estampa que dibujan los bailarines-figurantes quedando congelados ya es una declaración de intenciones; y es que Sagi quiere retratar una época, quiere dibujar un tipo de vida que solo en Madrid se podía perfilar en aquellos años, una idea coincidente con la del propio compositor. El tránsito de personajes es tan abultado como ordenado y no dificulta el entendimiento de la acción. Bien el vestuario, bien la iluminación, bien las coreografías.

La maestra Alondra de la Parra. Foto: Elena del Real

En el foso, la maestra Alondra de la Parra, aportó delicadeza, una lectura pausada de la partitura en la que la percusión sonó refinada (muy importante en esta obra) y el conjunto robusto y solvente. La dirección de Alondra de la Parra fue muy aplaudida, cosa que, por otro lado, no fue ninguna sorpresa puesto que la carrera de esta mujer ya está consolidada de sobra y es una muestra de la necesidad (sí, necesidad) de una mayor presencia femenina en las direcciones musicales.

La representación no pasará a la historia por el nivel vocal de los cantantes. No es que cantasen mal, pero no lograron emocionar, ni demostraron nada del otro mundo. David Menéndez (Joaquín) correcto y solo correcto; Beatriz Díaz (Ascensión) correcta y muy limitada por una voz más bien pequeña; Gerardo López (Ricardo) monótono, sin saber sacar partido a su personaje; Joselu López discreto cantando y algo mejor encarnando a su personaje; y Rocío Faus (Clarita) correcta de voz y muy divertida desplegando el arco dramático que le tocaba; esta cantante es joven y tiene posibilidades de llegar muy lejos si se prepara a conciencia porque facultades no le faltan. Por su parte, Ángel Ruiz, estuvo bien y, sobre todo, chispeante haciendo de Espasa.

Sea como sea, la tarde fue agradable, amable, divertida y casi entrañable. Porque ‘La del manojo de Rosas’ es una obra agradable, amable, divertida y casi entrañable. Y eso no es poca cosa.

Ay, si los jóvenes se decidieran por acudir a la cita con estos clásicos…

G. Ramírez

Lakecia Benjamin. / Fotografía © Madrid Destino  Jesús Hellín 3

Desde que el bebop nació como forma de protesta y nueva forma de expresividad del jazz, la evolución de la música se aceleró porque esa especie de revolución de los instrumentos, bien influyó directamente en otras músicas, bien produjo un contagio de las periferias que hicieron saltar por los aires normas que parecían eternas en la música. Y, desde aquel tiempo, no todo el mundo ha sido capaz de entender el jazz. Si los códigos conocidos se diluyen la cosa se complica para los que no quieren hacer esfuerzos y tienden a conformarse con lo de siempre. El problema sigue vivo. Y, por esta razón, una música como la que hace Lakecia Benjamin, siendo extraordinaria, no termina de ser atractiva para un tipo de público. Media entrada como mucho.

Lakecia Benjamin es, en sí misma, un espectáculo total. Carácter chispeante y agradable a partes iguales, actitud arrolladora sobre el escenario que parece quedarse pequeño con tanto talento encima. Reivindicativa respecto al papel de la mujer (en el jazz, desde luego aunque, sin duda, en el resto de los ámbitos también), entregada al público desde el primer compás, y, sobre todo, tocando el saxo, un instrumento que pegado a sus larguísimos dedos parece haber llegado al mundo con ella. El concierto de ayer en el ‘Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa’ fue espectacular gracias a esta mujer y a los músicos que le acompañan. Porque Zaccal Curtis al piano, Elias Bailey en el contrabajo, y el baterista E.J. Strickland, dieron un recital de virtuosismo con sus instrumentos. Los tres son rapidísimos haciendo música; y no solo me refiero a la velocidad de las manos sobre el teclado, sobre las cuerdas o con las baquetas, que también, sino por una rapidez de ideas que deja atónito al que escucha. Los solos del pianista fueron descomunales y casi quirúrgicos; los solos del baterista exactos y de una brillantez exquisita. El que quedó inédito en este sentido fue Bailey, un contrabajista de enorme categoría; un músico que aguanta la base rítmica en cada tema con una robustez brutal. Es de los que no fallan una nota. Por supuesto, la compañía como bracero de E.J. Strickland es garantía de solvencia.

Lakecia Benjamin. / Fotografía © Madrid Destino  Jesús Hellín 3

Lakecia Benjamin es tan rápida de ideas como el resto de su banda; y tocando el saxo desborda todas las expectativas posibles. Toca y suena John Coltrane, Y suena Ornette Coleman. Y resuena en cada compás la música de Charlie Parker. Eso sí, suenan envueltos por una personalidad arrolladora de una mujer que lleva muchos años ya trazando un camino envidiable en el universo jazzístico mundial; un camino dibujado con un fraseo original que busca, en todo momento, un desahogo creativo y una clara eliminación de opacidad en la expresividad. Funk, bebop, rock o hip hop, se funden con el jazz más clásico para servir de amalgama en una música desbordante en su intensidad y envolvente por su contundencia. A este nivel, no creo que se puedan encontrar más de cuatro o cinco artistas. La descomunal exhibición que dio Lakecia Benjamin sobre las tablas del Fernán Gómez fue brutal, explosiva y demoledora con cualquier prejuicio que alguien tenga respecto al jazz moderno.

Lakecia Benjamin, junto al baterista, puso la platea del revés interpretando ‘My Favorite things’ (Oscar Hammerstein II y Richard Rodgers). Su capacidad pulmonar ya les digo yo que no es normal. Entusiasmaron al personal ‘Trane’, ‘Mercy’ y ‘Moods’, temas compuestas por ella misma. Gustaron muchísimo el resto. Personalmente, me pareció estupenda la versión de ‘Cissy Strut’ (The Meters), aunque estuve del revés, entusiasmado y muy entretenido como todo el mundo y en los mismos momentos.

Desde luego, la presencia de esta mujer en el Festival Internacional de Jazz de Madrid es todo un lujo, y el lustre que aporta al conjunto no es cosa menor.  Fantástico concierto. Inexplicable que los aficionados no acudieran a la llamada del buen jazz y la platea se quedara a mitad de capacidad.

G. Ramírez

David Sancho. Fotografía cortesía de el señor Sancho

David Sancho Mangas es madrileño y vino al mundo allá por 1987. Es graduado en Piano y Pedagogía del Piano en el Conservatorio Superior de Música de Madrid. Un poco más tarde se tituló en Piano Jazz por el Conservatorio Superior de Rotterdam (Codarts Hogeschool voor de Kunsten). Y a partir de ahí, el número de premios, colaboraciones o festivales es innumerable. Ha hecho, además de música jazz, hip hop, electrónica o flamenco, entre otras cosas. David Sancho es eso que todo el mundo conoce como músico de raza, de los de verdad.

David es muy buen conversador y en la charla con él no hay baches o meandros imposibles. Natural, amable y cercano.

Hablamos de su último trabajo (pendiente de publicar y del que ya hay, eso sí, tres singles publicados en las plataformas que se pueden escuchar). Dada su formación y su desarrollo profesional, en este disco se encuentran el jazz, el rock progresivo, el sinfónico, hip hop y pasajes de carácter orquestal puesto que David Sancho utiliza instrumentos distintos a los teclados (flautas y violines, por ejemplo).

¿Por qué jazz y no cualquier otro tipo de música?

‘El jazz genera una enorme libertad que me encanta experimentar. Al existir tantas estructuras en las que se puede desarrollar la improvisación me siento muy cómodo y puedo generar una interacción, mientras interpreto un tema, con otros músicos más que interesante. Me encanta el jazz’.

El piano, por formación académica, es el instrumento principal en la música que hace David Sancho.

‘Pero mi formación sentimental reposa sobre los teclados. Me explico. Mis actividades extraescolares (por así decirlo) fueron los teclados. Es como salir de clase en el colegio y jugar al baloncesto o al fútbol. Algo así. Yo salía del conservatorio y tenía mi propia actividad fuera de horario. En los teclados mezclo la formación más académica con la más gamberra que crece alrededor de teclados, amplis o sintetizadores’.

Ya que hablas del cole… ¿Qué tipo de pianista quisiste ser de jovencito? ¿A quién quisiste parecerte?

‘Quise ser como Tony Banks, Rick Wakeman, Bill Evans o Chick Corea, por ejemplo. Pero, ahora, si tengo que elegir a uno me quedo con Brad Mehldau sin dudarlo, es mi preferido, es el pianista total’.

David Sancho entiende que ser músico significa no dejar nunca de madurar como profesional.

‘Pero, a pesar de las preferencias y las influencias que he tenido como cualquier músico, sí es cierto que ya he conseguido ser yo mismo, siempre lo soy. Cada disco que publicas en una búsqueda musical y espiritual; por eso, he logrado avanzar mucho sin perder de vista que queda todo el camino por andar. Soy yo sabiendo que tengo que cambiar al hacer la ruta que me espera’.

David Sancho. Fotografía cortesía de el señor Sancho

Hablamos de la improvisación (creo yo que es el territorio en el que el músico se presenta sin filtro alguno), de lo esencial que resulta en el jazz.

‘Mira Gabriel, la improvisación va a tener mayor o menor presencia dependiendo de cada pieza y de cada estilo. Por ejemplo, en el disco que estoy a punto de publicar, hay temas en los tengo mucho más escrito que lo que dejo, a priori, en el territorio del desarrollo de la improvisación; pero la improvisación puede ocupar de forma práctica un espacio mucho mayor del esperado porque se hace en total libertad. Aunque tengo temas que apenas cuentan con unos compases escritos y el resto llega desde la improvisación. Improvisación pura. Por supuesto, improvisando, te dejas ver por completo’.

Al improvisar, los músicos sabéis dónde empezáis, pero creo que no dónde vais a terminar ¿no?

‘Saber acabar es muy importante. En mi actividad docente siempre hago un símil con la gimnasia artística. Se debe saber que llega el último salto, el público debe ver que llega, y hay que sacar los brazos al caer para decir ‘ya he terminado’ aunque no haya sido el mejor salto de todos los de la serie. Suelo avisar al llegar al final de una improvisación, prefiero que nadie se sorprenda sobre todo si lo que llega a continuación es una parte difícil de la pieza’.

David Sancho se subirá al escenario de la Sala Villanos del Jazz el próximo uno de diciembre, dentro de la programación del Festival Internacional Jazz Madrid. Es el último de los artistas que intervienen en el festival. Presentará su último disco ‘Mind in Progress’ que estará publicado un par de días antes de concierto; un trabajo creado para poder escucharlo de principio a fin. Se podrá escuchar en todas las plataformas digitales y en formato físico.

Queda pendiente una conversación con David Sancho, en la que se descubra mucho más de él, de su forma de entender la música.

G. Ramírez

Cyrus Chestnut Trío en Teatro Fernán Gómez CCV - © Madrid Destino/Jesús Hellín

Me he encontrado con la sala Guirau del ‘Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa’ algo desangelada. Diría que se han ocupado poco menos de dos tercios del aforo si soy generoso con la contabilidad. Y es una pena porque el concierto programado este domingo es de los que gustan a propios y extraños, a los aficionados y a los que se acercan por primera vez al jazz. El trío liderado por Cyrus Chestnut es siempre garantía de buena música, de diversión y de esa energía positiva que termina animando la platea a más no poder. Pero no se puede esperar un lleno tras otro si se programa un número de conciertos imposible de abarcar para los espectadores o la crítica. Se impone una reflexión sobre la duración del Festival Internacional Jazz Madrid o sobre el número de conciertos programados y espacios escénicos utilizados. Por otra parte, los precios son mucho menos asequibles que en ediciones anteriores y eso se nota. En alguna localidad española escuchar a este trío va a costar la mitad que en Madrid siendo la sala Guirau mucho más grande. En fin, no estaría mal dar una vuelta a todo esto.

Estoy sentado junto al que creo que es el único niño del patio de butacas. Juega con su consola aunque mueve los píes al ritmo que marca la música. Le he preguntado antes de comenzar el concierto a qué jugaba (a Pokémon, ha contestado) y me ha explicado de qué va la cosa (los muñequitos mejoran al pasar el tiempo y se van convirtiendo en mascotas muchos más atractivas y poderosas a medida que consiguen objetivos). Pienso que si fuera un pokémon, Chestnut (un buen alias para el pokémon más poderoso) sería evolución de Fats Waller, Red Garland y Oscar Peterson. Waller fue uno de los máximos exponentes de stride piano y Chestnut tiene una mano derecha capaz de recorrer el teclado a una velocidad de infarto y una izquierda capaz de mantener la melodía con fuerza y solvencia. La elegancia de Garland está presente en cada compás y esa extraordinaria forma de interpretar de Peterson (buscando casi el rococó en cada partitura) flota con cada nota que suena. Si a esto añadimos que la formación clásica del pianista aparece en cualquier momento y convierte un simple tránsito en algo esencial, tenemos un músico extraordinario que es capaz de hacer una música de altísimo nivel.

Cyrus Chestnut llegaba acompañado al escenario por Georgios Antoniou (contrabajo) y Esteve Pi (batería) dos músicos capaces de construir la base rítmica sin fallar una nota. Y es que el swing es seña de identidad de este trío. Ha destacado, especialmente, el baterista que se asomaba con sus solos con una personalidad marcadísima y con las baquetas a velocidad de crucero.

Cyrus Chestnut Trío en Teatro Fernán Gómez CCV - © Madrid Destino / Jesús Hellín

Si el trío de Chestnut fuera un pokémon sería una evolución del trío que Bill Evans lideró en los años sesenta junto al contrabajista Scott LaFaro y el baterista Paul Motian. Y no por la música que hicieron unos y hacen otros (es muy distinta y resulta incomparable) sino por ese diálogo permanente entre los instrumentos que se convierte en hilo conductor de todo lo que suena. Chestnut es muy generoso con sus compañeros y permite que crezcan con cada tema sin complejos y sin buscar un protagonismo que restaría importancia al trabajo.

Ha sonado Thelonious Monk (‘Ask me now’); se ha hecho presente Duke Ellington (‘Caravan’) y ha repetido junto a  Juan Tizol (‘Sophisticated Lady’), por aquí han estado Andy Razaf y Don Redman con una preciosa versión de ‘Gee, Baby, Ain't I Good to You’; no podía faltar el bebop de Charlie Parker y hemos disfrutado de ‘Yardbird Suite’; aromas de música clásica y composiciones propias; y la despedida ha tenido como protagonista el tema de Erroll Garner ‘Misty’.

Chestnut sería un pokémon legendario (me dicen que esa es la categoría más formidable de esos seres digitales); sería, ya digo, un legendario en el mundo digital y es un pianista fuera de serie es este mundo que nos ha tocado vivir.

G. Ramírez

© Madrid Destino / Jesús Hellín

El Festival Internacional de Jazz de Madrid encara su último tramo con fuerza, acumulando calidad y buen hacer. Madrid se vuelca, cada año, con este Festival que se ha consolidado definitivamente y tiene un lugar de privilegio en las agendas de los aficionados al jazz.

El frío está siendo perezoso y no termina de instalarse en la ciudad. Un tiempo más que agradable a estas alturas del invierno acompaña hasta las puertas del ‘Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa’. ‘Julia’ la formidable escultura de Jaume Plensa espera, atenta y paciente, a los aficionados al jazz que vuelven, una vez más, para disfrutar de la música.

Mientras espero que comience el espectáculo, charlo con mi esposa, sobre una idea que me acompaña desde hace muchos años. Cuando un lector se encuentra por el camino con una novela de William Faulkner es casi seguro que deje de gustarle, tanto como creía, lo leído de otros autores hasta ese momento. Hay un antes y un después, se dibuja una línea que separa lo extraordinario de lo demás. Si un aficionado al cine se encuentra por el camino con una película de Andréi Tarkovski es casi seguro que su criterio se modifique y que todo lo visto pase a ser secundario. Otra línea dibujada. Cuando un amante de la música escucha, por ejemplo, a Paco de Lucía haciendo música con su guitarra, el nivel de exigencia en el oyente se dispara. Y en España estamos acostumbrados a los guitarristas extraordinarios y al dios de la guitarra, a Paco de Lucía. Por eso los guitarristas que llegan de otros países, siendo excelentes músicos y haciendo lecturas novedosas y más que interesantes de algunos clásicos o componiendo con talento, en España lo tienen muy difícil.

© Nick Suttle

John Scofield, nacido en Ohio (Estados Unidos de América) hace setenta y dos años, es un músico magnífico. Es uno de los mejores guitarristas del mundo dedicado al jazz. Es posible que se encuentre entre los tres o cuatro mejores de la actualidad. El fraseo de Scofield es elegante, evocador y tiene un punto de misterio puesto que el que escucha sabe cómo comienza, pero nunca sabe (ni siquiera intuye) hasta qué territorios puede llegar si le da la mano a este músico. Relee los clásicos aportando un punto de vista personalísimo que hace muy suyos los temas que interpreta. Es un guitarrista de los buenos de verdad. Ha acompañado a Gary Burton, Chet Baker, Charles Mingus o Miles Davis, entre otros. No se puede decir una sola palabra en contra de él. Pero estamos en España y el sonido de la guitarra o la improvisación del guitarrista la tenemos interiorizada de un modo muy especial. La guitarra en España es paradigmática.

John Scofield se plantó en el escenario de la sala Guirau del ‘Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa’ descalzo, dispuesto a ofrecer un buen concierto. Y lo logró, por supuesto. Si bien es cierto que fue de menos a más (se le vio algo incómodo con el pedal y las regletas, tal vez la silla era demasiado baja para su estatura o al menos esa era la sensación), el concierto de Scofield dejó buen sabor de boca. Sonó más de un standard (qué bonita sonó ‘My Funny Valentine’, la canción de Richard Rodgers y Lorenz Hart), algo de John Coltrane…; en realidad, mucho del jazz que hemos escuchado desde los años treinta hasta hoy condensado en una docena de temas, aromas del folk americano y de puro funk. El guitarrista se despidió con una nana tan bien interpretada como carismática. Improvisó arrastrando al personal a lugares repletos de buen jazz y de un blues que funciona como hilo conductor de toda su música. Pero no fue capaz de enamorar del todo. Solo los muy aficionados, los que tienen el oído acostumbrado al jazz contemporáneo terminaron entusiasmados. Me temo que buena parte del aforo solo salió satisfecho. Aunque dadas las circunstancias, no está nada mal, todo lo contrario. Apostar por un concierto de estas características frente al público español es arriesgado.

Sea como sea, el jazz de John Scofield es de los que deja un poso resistente y percutor. Lo que parece más anodino o más difícil de entender, un par de días después puede estar resonando en la conciencia del espectador como solo puede hacerlo la buena música. Mientras llega el frío a Madrid.

G. Ramírez

Pablo Iglesias, siendo vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, dijo que le incomodaba enormemente que se reivindicasen las corridas de toros como algo cultural.

El diccionario dice que cultura es el ‘conjunto de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo, a una clase social, a una época, etc’.

Podríamos profundizar más sobre qué es la cultura y, efectivamente, comprobaríamos que se parece bastante a la definición del diccionario.

Como Pablo Iglesias, los políticos en general no saben ni lo que dicen al referirse a los toros o a la cultura. Un claro ejemplo de ello es Santiago Abascal que se pasa horas defendiendo la tauromaquia sin ton ni son, creyendo que ensalzando el pasado y las tradiciones de una nación (sean malas o perversas) se la protege, sin entender que la evolución puede significar la renuncia saludable a cosas que funcionan como lastres. Otro que no entiende casi nada.

Todos nosotros podemos afirmar, desde el convencimiento, que no nos gustan las corridas de toros, que son una salvajada, que no se puede consentir que se torture de una forma tan grosera y brutal a unos animales. Todos lo podemos decir. Incluso nos podemos sentir avergonzados porque parte de nuestras costumbres tengan que ver con la tauromaquia.

Por otra parte, todos podemos afirmar que las corridas de toros son una tradición ancestral, una forma de hacer florecer la estética de una violencia que nace del arte; podemos afirmar que el toro bravo es el animal que mejor vive sus cuatro o cinco años de existencia en la dehesa, que lo que sí es cruel es enviar a los animales a un matadero roñoso; podemos defender que la razón de ser de este animal es la lidia y que sin esa razón, el animal bravo estaría condenado a la desaparición.

Pero nadie puede decir que las corridas de toros no son parte de la cultura. Porque lo son, queridos políticos, lo son. Más o menos discutibles; más o menos deseadas, pero lo son.

Por si alguien se lo está preguntado, confieso que fui un amante absoluto de la tauromaquia. Ya no lo soy y si prohíben las corridas de toros no protestaré porque creo que hay mil razones para hacerlo. No me gustaría que así fuera, pero si la mayoría decide que las corridas desaparezcan lo entendería. Aunque sé que la cultura española quedaría malherida.

G. Ramírez

Dorantes & García-Fons. / Fotografía: Elvira Megías

Las calles de Madrid reflejan el color opaco con el que se va tiñendo la tarde, recuerdan con su lustre seco y negro el desastre que viven en Valencia, parte de Andalucía y Castilla – La Mancha (lo peor, sin duda, se lo han llevado en Valencia aunque los muertos son iguales en todos los sitios). Camino hacia el Auditorio Nacional de Música pensando en el sufrimiento que viven allí. De camino, un grupo de cinco chicas y chicos cargan el coche. Escobas, garrafas de agua, botas altas de plástico. Menuda lección nos está dando esta generación de jóvenes. De cristal no parecen, la verdad. Me emociona saber que, en ese mismo instante, cientos de jóvenes van a viajar para echar un cable. Y el planeta sigue girando.

Dentro del ciclo ‘Fronteras’ el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) ha programado, para alegría de todos los aficionados al jazz y al flamenco, el concierto ‘Paseo a dos’ de Dorantes & Renaud García-Fons, dos músicos experimentados, virtuosos con sus instrumentos, de esos que según pisan el escenario dejan bien clarito que son músicos de los de verdad, que lo son desde antes de nacer.

Dorantes & García-Fons. / Fotografía: Elvira Megías

David Peña Dorantes, sobrino de ‘El Lebrijano’ y nieto de ‘La Perrata’, lleva el flamenco grabado en el ADN. Y es capaz de dejar intactos con su música los aromas flamencos, toda su esencia, al unirlo a un jazz tan clásico como elegante. Renaud García-Fons domina su instrumento y es capaz de arrancar sonidos a su contrabajo de cinco cuerdas que termina sonando como diversos instrumentos. Con el arco espléndido, digitando rapidísimo y contundente. También lo hace Dorantes con su piano. Tan pronto los dos instrumentos se convertían en cajas de percusión como en guitarras españolas o en un violín. Un despliegue atractivo, evocador y hondo; un diálogo entre piano y contrabajo precioso.

Durante el concierto, se interpretaron los temas de ‘Paseo a dos’, un trabajo que merece la pena escuchar. Rondeñas, Garrotín y Livianas (precioso el tema ‘Mar y Rayo’) o la Soleá (‘El crisol de la noche’ es espléndido y de lo mejor del concierto), entre otros palos. Porque este trabajo es un recorrido, un paseo, entre los palos del flamenco.

Si el jazz se porta de maravilla al fusionarse con otras músicas, en el caso del flamenco eso se multiplica y el resultado resulta delicioso. De la mano de Dorantes y García-Fons un tesoro. El compás exacto y el swing perfecto.

Las ovaciones fueron varias. Y el personal no escatimó un solo aplauso hasta arrancar un par de temas de propina a los músicos. Aun sin ser rácano con los aplausos, el público que asiste a los diferentes ciclos en el Auditorio Nacional, no los regala; y eso hace mucho más importante las ovaciones que se llevan los dos músicos.

Otro acierto en la programación del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). ‘Fronteras’ no es el más popular de los ciclos aunque sí es garantía de calidad, emociones y música de muchos quilates.

G. Ramírez





© Camilla Greenwell | Royal Opera House

Entre el 11 el 23 de noviembre el Teatro Real ofrecerá una versión escenificada del oratorio 'Theodora', de Georg Friedrich Händel (1685-1759) en una nueva coproducción con la Royal Opera House estrenada con gran éxito en 2022.

Händel escribió la partitura de 'Theodora' en poco más de un mes, a los 65 años,  aunque se encontraba exhausto, envejecido y enfermo. La obra, estrenada sin el aprecio del público en la cuaresma de 1750 en el Covent Garden de Londres, es el único oratorio de su catálogo sobre un tema cristiano y dotado de una estructura dramatúrgica casi operística que lo diferencia de todos los demás.

El libreto de Thomas Morell, basado en la obra 'Love and Religion Demonstrated in the Martyrdom of Theodora and Didymu' del célebre físico, filósofo y alquimista Robert Boyle, narra el final de la vida de Theodora, fervorosa cristiana condenada a ejercer la prostitución por negarse a participar en los sacrificios en honor a Júpiter, como exigía el edicto del gobernador romano.

La pugna entre los paganos -déspotas y dominantes- y los cristianos -oprimidos pero valerosos- determina la estructura, orquestación y melodías de la partitura, ya que Händel trata de manera diferenciada los coros y personajes adscritos a uno u otro bando, y también a aquellos que están entre ambos, con una música de grandísima inspiración y eficacia dramatúrgica.

La directora de escena Katie Mitchell, que desde hace años imprime una lectura feminista, irreverente e  iconoclasta a las obras que dirige, rehúye la visión de las mujeres cristianas como mártires pasivas y sumisas, y las convierte en secretas guerrilleras que luchan contra el sistema, representado por sus jefes tiranos que someten a las mujeres y a las minorías religiosas.

© Camilla Greenwell | Royal Opera House

En su propuesta dramatúrgica, Mitchell traslada la acción original del siglo IV a nuestro tiempo, situando la trama en distintos espacios de una embajada -escenografía de Chloe Lamford-, en la que los empleados cristianos -una radical minoría religiosa encabezada por Theodora- se rebelan activamente contra sus opresores.

La protagonista de 'Theodora', Julia Bullock ha participado activamente en la dramaturgia de la producción, junto a Katie Mitchell, quien ha recurrido a la ayuda de la coordinadora de intimidad, Ita O’Brien, para la realización de las escenas de violencia y contenido sexual.

Junto a Bullock, darán vida a los personajes la mezzosoprano Joyce DiDonato (Irene), el contratenor Iestyn Davies (Didymus), el tenor Ed Lyon (Septimus), el bajo Callum Thorpe (Valens) y el tenor Thando Mjandana (Mensajero).

La dirección musical será de Ivor Bolton, gran especialista en el repertorio barroco.


Dirección musical: Ivor Bolton; Dirección de escena: Katie Mitchell; Escenografía: Chloe Lamford; Vestuario: Sussie Juhlin-Wallén; Iluminación y vídeo: James Farncombe; Coreografía: Sarita Piotrowski; Dirección del coro: José Luis Basso

Reparto: Theodora: Julia Bullock; Irene: Joyce DiDonato; Didymus: Iestyn Davies; Septimus: Ed Lyon; Valens: Callum Thorpe; El mensajero: Thando Mjandana; Vesta (personal de cocina): Tania Garrido; Laura / Octavia (prostituta / personal de cocina): Yara Paz; Sextus (guardia de seguridad): Antonio Laguna; Quintus (guardia de seguridad): David Vento; Flora (bailarina): La galque; enus (bailarina): Mero González

Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real

Actividades culturales programadas por el Teatro Real de Madrid alrededor de 'Theodora' 

6 de noviembre, a las 20.15 horas | TEATRO REAL, Sala de orquesta

ENFOQUES: Theodora

Participan: Ivor Bolton (director musical), Dan Ayling (asistente dirección escena, reposición), Álvaro Torrente (musicólogo) y Joan Matabosch (director artístico del Teatro Real).

La mezzosoprano Catherine Carby y la soprano Montserrat Seró, acompañadas al clave por Mark Lawson, interpretarán dos arias de Theodora: «As with Rosy steps the morn» y «Fond, flatt’ring world, adieu!».

8, 15, 22 y 29 de noviembre, a las 12.30 horas | MUSEO CERRALBO

VISITAS GUIADAS

Con Theodora, la ópera de Händel, el Cerralbo propone una singular visita guiada centrada en las escenas bíblicas que contienen algunas de las piezas más representativas de su colección. Un recorrido único que permitirá a los participantes descubrir una pequeña muestra de los tesoros que esconde el Museo en sus salas.

Entrada libre hasta completar aforo, previa inscripción en este enlace.

17 de noviembre, a las 11.00 y a las 13.00 horas | REAL TEATRO DE RETIRO, Sala Pacífico

TALLER MUSICAL EN FAMILIA: ¡Todos al Real Teatro!

Esta segunda sesión de la temporada se titula "Una de romanos" y explora el universo sonoro de la ópera Theodora de Georg Friedrich Händel, programada en el Teatro Real, una historia de cristianos y romanos...

Participan: Marta Ramírez García-Mina (violín), Beatriz Pomés Jiménez (flauta) e Igor Saenz Abárzuza (cello).

21 de noviembre, a las 17 horas| MUSEO ARQUEOLÓGICO NACIONAL

VISITA GUIADA: Los últimos siglos de Roma.

Bajo el título de En el telar de Clío, el Museo Arqueológico Nacional ha diseñado un programa de visitas guiadas en torno a la programación del Teatro Real para conocer de primera mano y de forma exclusiva sus salas y espacios más emblemáticos. La primera cita será con la ópera Theodora de Händel como marco, y en ella los participantes descubrirán cómo fueron los últimos siglos del imperio romano a través de piezas y obras de la colección.

Actividad gratuita previa reserva en este enlace desde una semana antes de la visita. Aforo limitado a 20 personas

Información cortesía del Teatro Real de Madrid

Cualquier forma de arte es una explicación de la realidad, una lectura de lo que sucede y que no puede ser comprendida sin imágenes, sin miradas que aporten perspectivas nuevas y seductoras, sin una lectura radical. El ser humano necesita integrar esa explicación para poder seguir adelante y eso es lo que hace desde el principio de los tiempos. La danza, la música, la pintura, la escultura y algo después la escritura, han sido los vehículos imprescindibles para saber qué demonios pasa a nuestro alrededor.

Carolina Durante es una banda madrileña que hace rock independiente. La música de este grupo es ágil, divertida, tan dura como evocadora. Y los temas que han presentado en su último trabajo ‘Elige tu propia aventura’ son el reflejo de lo que los jóvenes españoles están viviendo desde hace tiempo, el dibujo de una forma de entender la realidad que pone los pelos de punta aunque estos músicos lleven la belleza musical entre las yemas de los dedos.

Carolina Durante es, para los jóvenes que escuchan la música de este grupo, la llave para poder romantizar una situación insoportable. Escuchan algo que les parece un monumento a la música, les encanta, y entienden un mal general que les aplasta sin compasión. Pero lo entienden, le pueden poner nombre, pueden sentir cierto control sobre ello (por supuesto, ficticio).

’Elige tu propia aventura’ incluye un tema en el que colabora Rosalia y en el que la cantante que está muy bien. Se titula ‘Normal’ y no está nada mal aunque no es el mejor del álbum. ‘Joderse la vida’, ‘Misil’ o ‘Hamburguesas’ contienen mejor, más condensada, la esencia de la banda y del propio trabajo en el que se incluyen.

Los jóvenes tienen delante un futuro incierto; todos los demonios, fantasmas y problemas que se pueden tener los tienen. Pero gracias a la música, como siempre ocurrió, serán capaces de enfrentar el paso del tiempo para hacerse el hueco en la Historia que ahora parece que tienen negado.

G. Ramírez

El escritor, compositor y filólogo inglés, Samuel Butler, dijo que la vida es como un solo de violín que debemos interpretar mientras aprendemos la técnica y la partitura.

Podría parecer que esa afirmación no es nada del otro mundo, pero, sin embargo, es una definición de la vida mucho más exacta de lo que podría parecer. El violín es un instrumento difícil. No son muchos los que logran arrancar al instrumento ese sonido tan conmovedor que nos llega desde las interpretaciones de los grandes músicos. Por el contrario, el violín puede llegar a ser, en poder de alguien que no sabe lo que tiene entre las manos, uno de los instrumentos que emite sonidos más espantosos. Ahora, imaginen tener que tocar una pieza habiendo cogido un violín por primera vez y mirar una partitura, también, por primera vez sin saber leerla. Solo el tiempo puede lograr que la música, que la banda sonora de nuestra vida, sea algo digno de escuchar por otros y por uno mismo. Es decir, solo la experiencia, la memoria, un criterio sólido y un afán de superación a prueba de bombas, evita que hagamos las cosas mal, el ridículo.

Lo que no dijo Butler es que la partitura, a veces, está escrita y no hay forma de borrar una nota imposible de tocar; pero, otras muchas, somos nosotros los que debemos anotar esas notas en la línea del pentagrama. Es algo así como pensar que cada día que pasa es una clase que recibimos de solfeo vital.

La mala noticia es que nuestra sinfonía será un desastre en alguno de los movimientos. La buena es que podríamos componer una de gran belleza con un poco de tesón.

Nirek sabal

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