Famosos arrabaleros y la mugre de la pantalla
Andrea fue participante en la última edición de 'La isla de las Tentaciones'. / Mediaset |
Durante los veranos que pasé con
mi abuela en Toledo, jugué con muchos niños distintos aunque todos vivían en el
arrabal de la ciudad. Ya saben, en esa zona periférica de la población en la
que la pobreza abunda, la educación y las buenas formas escasean, la supervivencia
está por encima de los sueños y los amores te anclan, todavía más, a un
territorio del que parece que no puedes escapar hagas lo que hagas. En la época
en la que yo pasaba los veranos en el arrabal de Toledo, aquellas casas ya no
eran la periferia de una ciudad que había crecido rápido aunque las gentes del
barrio seguían arrastrando carencias, miserias y hábitos poco recomendables.
Para que se hagan una idea les diré que los chicos del arrabal, de vez en
cuando, visitaban un barrio relativamente nuevo y muy popular que se llamó
Palomarejos, y que terminó conociéndose como ‘Corea’ dadas las batallas que se
produjeron allí con los chicos del arrabal y ‘los coreanos’ como protagonistas.
Allí nadie estudiaba, nadie leía un libro, nadie tenía el horizonte más allá de
sus propias narices. Y el muchacho de Madrid (yo) era una especie de animal exótico
que llegaba desde otra ciudad contando cosas insólitas de la capital. Les
fascinaba, sobre todo, escuchar cómo era la Gran Vía (en aquel tiempo aún se
llamaba avenida de José Antonio). Y es que el arrabal era un lugar bastante
descuidado, bastante peligroso, y bastante poco recomendable para turistas.
Parecía una ratonera.
La televisión en España tiene sus
propios arrabales. Rincones oscuros, mugrientos y pésimos, que están habitados
por personas incultas, agresivas, vacías y dispuestas a cualquier cosa si eso
les proporciona un puñado de euros. Eso sí, son muy pintones y se dejan la vida
en transitar discotecas famosas, restaurantes en los que se juntan los famosos
(suelen ser del montón, tanto famosos como restaurantes, ya se lo voy adelantando)
y platós en los que el insulto, el discurso incoherente y faltón o la falta de
dignidad son material casi obligado.
A diferencia de los arrabales de
las ciudades, el televisivo ha servido de trampolín para un buen número de paletos,
iletrados, descamisados, bobos de baba y cerebros de chorlito. Trampolín a la
riqueza. Sí, un grupo nutrido de personas que no saben hacer la o con un canuto
ha logrado hacer negocios muy beneficiosos por el hecho de aparecer en pantalla
dando voces, amenazando con chulería a otro que andaba por allí o enseñando sus
partes pudendas. Y, por supuesto, los culpables de que eso sea así son los
telespectadores que se convierten en un rebaño tan enorme como peligroso que
sigue las directrices de la cadena televisiva (directrices subliminales que
funcionan a la perfección).
El brillo del futuro de toda la caterva
que participa en realities televisivos
es directamente proporcional a su maldad, a la capacidad que tengan para
destrozar la vida de otros, a la falta de escrúpulos profesionales (en el caso
de los pocos periodistas que forman parte de ese ejército tan vergonzante). En
el arrabal televisivo no vende la bondad o la buena sintonía entre personas; lo
que funciona es el enfrentamiento verbal lleno de improperios y disparates o insultos.
En el arrabal televisivo no se puede conseguir menos con más. Si eres una pobre
muchacha paleta e inculta que se casa con un torero famoso tienes la
posibilidad de hacer cosas que cualquier otra persona solo puede soñar. O cavar
tu propia tumba, todo hay que decirlo.
De los muchachos del arrabal de
Toledo, pocos lograron sus sueños. Y los que terminaron consiguiendo sus objetivos
tuvieron que trabajar duro. Estudiaron, se esforzaron, pelearon hasta la extenuación
porque nada era gratis y nadie les regalaba nada por muy mal que lo estuvieran
pasando. Fueron pocos los que lo lograron y muchos más los que terminaron
cargando con una vida de mierda reservada a los que nacen en un arrabal. Pero,
incluso estos que se esforzaron menos o tuvieron la suerte siempre alejada,
tuvieron que trabajar de sol a sol. Algunos terminaron en la cárcel, claro,
pero no hay que olvidar que algunos crecen creyendo que eso es algo inevitable
y que hagan lo que hagan terminarán pisando la sombra.
Mediaset. |
Y es que la vida es esfuerzo, es superación, es dignidad. Y eso para los instalados en la pobreza o en situaciones más acomodadas. Los chicos y chicas arrabaleras no eran mala gente aunque partían con menos posibilidades que otros; se les exigía más y les costaba mayor esfuerzo llegar a la meta. Eran del arrabal, se sentían orgullosos de serlo y trataban de mejorar en muchos casos. Les había tocado ser de un barrio periférico y peligroso.
El arrabal televisivo se elige.
El que llega allí es porque sabe que el dinero se recibe a espuertas de los
mejores barrios, de esa gente que quiere divertirse viendo cómo se arrancan
otros la piel a tiras. El arrabal televisivo es un lugar periférico, peligroso
y se convierte en una trituradora de personas. Es un asco y el que vive en él o
de él es tan peligroso y tan periférico como el propio entorno. Por mucha marca en la ropa que enseñen, por mucha red social hasta los topes de
seguidores; la mugre es mugre aunque se vista de seda.
Luis ‘el colilla’ era uno de esos
chicos con los que jugué hace muchos años. Le llamaban así porque se fumaba las
colillas que iba encontrando por la calle y le plantaron ese apodo con seis o
siete años. Me encontré con él en febrero de 2012 en la plaza de Zocodover de
Toledo. Es médico. Se casó con Laura, otra niña del barrio por la que bebíamos
los vientos todos. Ella es ingeniera industrial. Tienen 3 hijos. Siguen
viviendo en el arrabal de Toledo.
G. Ramírez
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