facebook twitter instagram youtube
  • INICIO
  • SECCIONES
    • Cine
    • Danza
    • Música
    • Series
    • Televisión
    • Teatro
    • Pintura
  • ESCRITORES
    • Roberto Cruz
    • Nirek Sabal
    • Gabriel Ramírez
  • PÁGINAS AMIGAS
    • Dos minutos, cuarenta segundos y una novela
    • Dos minutos, cuarenta segundos y una claqueta
    • La Vida del Revés
  • CONTACTAR

Dos minutos, cuarenta segundos y una trompeta

Fotografía de Sebas Muriel

Carolina Durante no es una grandísima banda por la música que hace; Carolina durante es una maravillosa y excepcional banda por lo que consigue con la música que hace. El pasado 28 de febrero, en el Movistar Arena de Madrid (creo que ahora se llama así), se vivió uno de los momentos con más magia de los últimos años alrededor de la música. El público, convertido en parte fundamental del concierto, estuvo fantástico y se movió al son que marcaban desde el escenario: del salto y un baile enloquecido a la emoción apasionada o al grito fanático de miles de personas que abarrotaban un recinto que no todo el mundo puede llenar.

Carolina Durante ha evolucionado de forma drástica. De hecho, la diferencia entre los temas más viejos que sonaron y los del último trabajo son enormes. Ahora, estos jóvenes hacen una música más honda, más compacta, más anclada a una calidad que ya han convertido en marca de la casa los componentes del grupo. Si bien es cierto que el guitarreo es constante y sirve de hilo conductor, que el descontrol se impone en algunos momentos de cada tema y que falta camino por recorrer, el resultado final es robusto, contundente y, lo mejor de todo, emocionante. Y es que las quince mil personas que escuchaban a Carolina Durante estaban celebrando las miserias, que la vida puede ser una auténtica mierda, que el amor es un suplicio y que la sociedad actual no pone nada fácil el futuro a los jóvenes; aunque, sobre todo, que la amistad está por encima de todo eso, que la música es el motor insustituible para una generación que se siente perdida, que las madres están detrás de todo esperando para echar un cable. Sí, Carolina Durante baja a las bodegas llenas de miseria y arrastra a todos sus seguidores que saben percibir el desastre aunque lo bailan, lo cantan y lo lloran.

El concierto comenzó con dudas en el escenario (convertido en una oficina impersonal, cutre y despojada de toda belleza). Nervios a flor de piel. Pero todo fue a mejor, con un líder, el vocalista Diego Ibáñez, que no escatimó esfuerzos. Hasta que la mesa de monitores ‘murió’ y hubo que parar quince minutos. Eso sí, valió la pena esperar. De regreso, los mejores temas y el disparate absoluto en la pista. Los ‘pogos’ se multiplicaron convirtiendo el espacio en un lugar vivo, eléctrico, fascinante. La masa humana se abría en diferentes puntos para formar círculos que, llegado un compás concreto, se cerraban formando una pequeña marea humana que se movía nerviosa. Desde la parte alta de la grada, el espectáculo era brutal.

Fotografía de Ainhoa Laucirica

La edad media de los asistentes debía estar en los veinticinco o treinta años. El que escribe era, casi seguro, el único con más de sesenta años cumplidos. Pero no faltaban hombres y mujeres de todas las edades dispuestos a celebrar las losas que nos aplastan. Porque, es verdad, la vida es lo que quieres que sea y si tienes que romantizar la mugre, se hace y punto. Tras el aspecto áspero, ternura y fascinación. Tras la mirada perdida, ganas de vivir y salir adelante.

Voy a confesar algo. Escuchando ‘Hamburguesas’, una de las mejores canciones que se han compuesto en los últimos diez años, me emocioné absolutamente. Y es que hay que luchar por salir de los agujeros para encontrarse con esas hamburguesas que tanto nos gustan, con el fútbol que tanto nos arrastra y con las madres que tanto nos ayudan. Y a Sísifo que le den.

Carolina Durante ha dejado de ser una banda de sala pequeñita, ha dejado de ser una banda a la que solo conocen unos cuantos jóvenes. Carolina Durante se ha convertido en la referencia musical de una generación que necesitaba salidas, respuestas y saber que la belleza puede salvarnos la vida.

Locura de concierto. 

G. Ramírez

Alfredo Rodríguez Trío. / © Rafa Martín

Me gusta pensar que las notas musicales que nos llegan a diario; a veces, casi sin ser conscientes, en casa, en el trabajo, tomando un café en el bar de la esquina; son como los neutrinos, esas partículas elementales subatómicas que tienen una masa muy pequeña, no tienen carga y atraviesan la materia. Ni las notas musicales ni los neutrinos actúan con la materia, pero si con el alma, con nuestra esencia. Y me gusta pensar que los músicos cargan de notas (similares a los neutrinos) sus instrumentos para lanzarlos al espacio para que lleguen hasta el infinito, que sean eternos; para que nos atraviesen el ser. Ya sé que es imposible lo que digo y que mezclo ondas, partículas y, si me apuran, fe; pero la idea me apabulla.

Desde el arranque del concierto, Alfredo Rodríguez quiso dejar claras sus intenciones. Sonaba ‘Coral Way’ (tema que da nombre a su último trabajo) y la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Madrid se inundaba de corcheas, fusas y redondas cargadas hasta los topes de aromas caribeños, del mejor pop, de rock, de matices clásicos y puramente académicos que resultaban deliciosos; desde los primeros compases los tres músicos que forman este combo interpelaban a los aficionados que abarrotaban la platea y ponían en marcha una interacción divertida, conmovedora y entrañable. Neutrinos musicales por todas partes podríamos decir.

Alfredo Rodríguez. / © Rafa Martín

Alfredo Rodríguez es un pianista sensacional, uno de los mejores del mundo sin duda alguna. Compone, canta y demuestra una formación clásica que aporta una robustez difícil de igualar a su interpretación de la música. Recordó, casi al final del concierto, que en 2006 fue seleccionado como uno de los doce pianistas de todo el mundo para actuar en el Festival de Jazz de Montreux, y que allí conoció al que sería su mentor Quincy Jones. Si su carrera era prometedora, aquello aceleró todo y convirtió a Rodríguez en una realidad que no deja de sorprender. El fraseo en cada pieza, las rupturas en el discurso musical que despliega, su virtuosismo con el piano y una capacidad demoledora para fusionar todo tipo de música (el jazz permite maridajes casi imposibles si el músico tiene talento para encontrar soluciones) hacen de Alfredo Rodríguez un auténtico espectáculo cuando pisa las tablas de cualquier lugar del mundo.

Michael Olivera. / © Rafa Martín

Acompañan a Rodríguez, Michael Olivera a la batería y Yarel Hernández con su bajo eléctrico. Si el swing de Rodríguez es impecable, el de estos dos braceros incansables es espectacular. ¡Menuda base rítmica! Creo que no colocaron una nota mal en todo el concierto, ni una. Los tres se entienden, los tres disfrutan y los tres creen en lo que hacen; y esto es algo que el público percibe con las primeras notas.

Seguía a ‘Coral Way’ una preciosa versión del bolero de Consuelito Velázquez ‘Bésame Mucho’. Si la platea ya se había puesto perdida de excelente música, el matiz que aportaba la calidez del bolero generaba un clima excelente. Se fueron sumando momentos inolvidables, uno tras otro. Por ejemplo, cada solo del pianista se convertía en una especie de momento mágico en el que el sonido de la música revestía la vida entera.

Yarel Hernández. / © Rafa Martín

Sonaron temas de producción propia de Rodríguez y otros conocidísimos como, por ejemplo, ‘Quizás, quizás, quizás’  o  ¡Ay Mamá Inés! que hicieron que el público se sintiera feliz al poder cantar y bailar.

Un concierto más que tenía programado el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) dentro del ciclo ‘Jazz en el Auditorio’; otro acierto más y una alegría que se suma a las anteriores.

G. Ramírez

 

Paquita la del Barrio

Entrevista de Concha Hernández, entonces directora de la revista Trabajadora de CCOO, a Paquita la del Barrio realizada el mes de julio de 1994

Esta entrevista fue realizada en los camerinos del Centro Cultural Conde Duque en el mes de julio de 1994, al finalizar el concierto que ofreció Paquita la del Barrio dentro de la programación de los Veranos de la Villa. Se publicó en la revista Trabajadora en septiembre de ese mismo año.

La conexión que se produjo entre entrevistadora y entrevistada fue tal que continuó la charla en una terraza cercana hasta bien entrada la noche, ya sin grabadora por medio. Al día siguiente recibí una llamada de ella pidiéndome el favor de averiguar el aforo que había tenido su concierto, porque no se fiaba de las cuentas que tenía que hacer con su mánager…Pensaba que al trabajar yo en un sindicato no la engañaría. Me citó en su hotel de la Gran Vía y yo esperé sentada en la escalera mientras ella, con los datos que yo le había dado, resolvía con su representante. Cuando terminaron nos despedimos con un gran abrazo y yo me fui a casa con una botella de tequila empezada que ella no podría subir al avión. Unos años después, mi amiga Carmen que estaba de turismo en México, fue a cenar a 'Casa Paquita' y le dijo que había leído esta entrevista y que era amiga mía. Me contó que se le iluminó la cara al oír mi nombre y recordar el encuentro que tuvimos en Madrid. Brindaron por la amistad y, generosa, les invitó a cenar recordándoles que mis amigos siempre tendrían una mesa reservada en 'Casa Paquita'.

 

PAQUITA LA DEL BARRIO: Reina del arrabal

Vestida de lentejuelas, con unos tacones imposibles, los dedos cargados de anillos y la mirada perdida bajo unas enormes pestañas, el pasado mes de julio actuó en Madrid la cantante mexicana, Paquita la del Barrio. De nuevo desgranó sus canciones cargadas de despecho y provocación ante un público heterogéneo, donde abundaban las mujeres y unos hombres 'en guardia', pero dispuestos a escuchar su famoso '¿me estás oyendo, inútil?' sin rechistar. Esta mujer de atrevidas canciones, que cuando sube al escenario parece dispuesta a comerse al género masculino entero es, en realidad, una mujer tímida, de pocas palabras, lágrimas a flor de piel y un gran corazón.

Septiembre 1994

TRABAJADORA. - Tres veces te engañé la primera por coraje, la segunda por capricho, la tercera por placer… ¿es cierto que en una ocasión un marido enfadado le pegó a su mujer cuando ella le cantó esto mirándole a la cara?

P.B.- Ya lo creo, se puede decir que he visto de todo y aunque esto no pasa mucho, es normal que cuando canto esta canción allá en México las mujeres miren a sus esposos y levanten tres dedos, entonces los maridos van y levantan diez, es un juego, pero que alguno se lo ha tomado en serio y lamentablemente ha llegado a las manos…

T. ¿Cómo es el público que asiste a tus conciertos?

P.B. Desde allá arriba se ve bonito. Asisten pocos hombres, muchas mujeres y gais. Los gais siempre se ponen en las primeras filas y son muy cariñosos conmigo. Noto que la gente me aprecia bastante; algunos hombres me dicen que por qué les digo esas cosas..., sólo me preguntan, ninguno me ha insultado ni se ha puesto violento. Lo bonito de hacer conciertos es sentir a la gente, el cariño que te brindan, que percibes desde el escenario. Para mí eso es fabuloso. Es lo más importante.

T.- Los hombres que han asistido a tu concierto estaban muy calladitos…

P.B.- Yo los he visto muy atentos, porque son letras que nunca se habían escuchado y que por ser tan atrevidas hace años estuvieron prohibidas en México. La gente las sigue bastante y por eso apenas hablan o comentan, creo que es lo que han hecho esta noche, a pesar de que les resulte bastante chocante que les llame inútiles o les diga 'arrástrate como un gusano'. (risas)

T. Quizás por esas frases dicen que te has hecho famosa a base de insultar a los hombres con tus canciones ¿por qué crees que has conectado tanto, sobre todo con el público femenino?

P.B.- Lo que sucede es que estas canciones hablan del engaño, de lo mal que paga el hombre a la mujer, muchas mujeres quisieran decirles a sus esposos lo que dicen las canciones, pero no se atreven… Se podría decir que a través de ellas la mujer se defiende, aunque también hay que decir que ha cambiado mucho la situación de la mujer, la vida está diferente. Yo misma ya no soy la misma que cuando era chamaca. ¡Afortunadamente!

T.- Dicen de ti que eres tremendamente humana y afectuosa.

P.B.- Yo creo que sí. Cuando quiero a alguien es de verdad. Lo que sí rechazo es la mentira; no puedo con eso… Yo te digo una mentira y al rato me estoy riendo, porque ¡no sé engañar!, todo lo contrario de 'Tres veces te engañé…'.

T.- Tus canciones hablan de despecho, traición, venganza, infamia, desprecio y burla en el amor, y se suponen una réplica de las letras de siempre, tan masculinas, de los boleros y rancheras, pero ¿reflejan también vivencias personales?

P.B.- Estas canciones hablan de tristeza, de despecho, se puede decir que es como si le dijeras a tu marido muchas cosas. Yo he trabajado mucho y muy duro, pero mi vida sentimental ha sido muy desafortunada, siento que he fracasado en mi vida matrimonial, es lo que más me duele en el alma, y al cantar lo que canto, pues me identifico. No podría cantar esas canciones si no me identificara con ellas.

T.- En 'Invítame a pecar' aparecen bastantes temas firmados por mujeres.

P.B.- Las canciones que canto, se podría decir que están compuestas al 50 por ciento por hombres y mujeres. Cuando el protagonista de la canción es un hombre, pues la pongo en femenino y ya está.

T.- Empezaste cantando canciones de amor con tu hermana, ¿Cuándo decides cambiar las letras de amor por las actuales, tan duras?

P.B.- Empecé con mi hermana a buscar la oportunidad de trabajar cantando. A los diez años de trabajar juntas, ella se fue a Bolivia y a Perú, porque la compañía solo quería una solista, yo me quedé sola y lo pasé bastante mal. Entonces me dediqué a hacer banquetes con mi marido. Hicimos unos centavos, trabajando muy duro. Después empezamos a meter variedades los domingos y así empezó a llegar la gente. Yo cantaba y a la gente le gustaba. En el 86 un conocido presentador me vio y me dio la oportunidad de ir a un programa de televisión. Empecé a grabar discos y desde entonces a no parar.

T.- ¿Cómo es 'Casa Paquita'?

P.B.- Es un lugar donde llega todo tipo de gente, artistas, políticos, no hay distinción. El ambiente es muy bonito, el grupo está tocando, les piden las canciones, se toman sus copas… Hay artistas que actúan y después canto yo para cerrar. Hay tres sesiones una a las 6 otra a las 9 y otra a las 12, así hasta las dos de la mañana, también hay una pista para bailar. El público se lo pasa muy bien. En 'Casa Paquita' trabajan mis hijos y mis sobrinos, se puede decir que es un negocio familiar.

T.- ¿En qué consiste la ética arrabalera?

P.B.- La ética arrabalera es la ética de la gente humilde, con quien yo me siento más cómoda. La otra gente no me gusta. Hace unos meses fui a una comida; todos eran banqueros, yo cantaba y ellos platicaban; no me hacían mucho caso y me sentí muy mal… La gente humilde es más franca, más atenta. Mis canciones les llegan más.

T.- ¿Qué opinas de lo que está pasando en Chiapas?

P.B.- El Gobierno no tiene interés en que sepamos lo que pasa. Casi no nos hemos enterado de nada. Saben ustedes más aquí que nosotros.

T.- Has terminado tu actuación con una preciosa canción que te ha hecho llorar, era algo así como una declaración…

P.B.- Siempre me emociono cuando la canto. Se titula 'Sin fortuna' y todavía no ha llegado a España. Esta canción habla de mí y cuando la canto, toda mi vida pasa delante de mis ojos como una película, mi casa, mis viejos, mis amores…

T.- Ese poso de tristeza que tienen tus ojos, no te lo dan tus canciones…

P.B. No, es real; es mi vida la que me hace aparecer así.

 

Concha Hernández

Directora de la revista “Trabajadora” de CCOO.

Entrevista realizada en julio de 1994. Centro Cultural Conde Duque

En el centro, Jorge Rodríguez-Norton (José). / Fotografía de Elena del Real

El invierno en Madrid es duro, largo y hostil. Si además del frío aparece la lluvia para dar una mano de gris marengo a las calles, la ciudad se convierte en un espacio difícil. Esa lluvia solo es cómoda al pintar las primeras pecas en el asfalto. Llueve aunque siempre nos quedan los teatros convertidos en refugios. Lo digo muy a menudo. Teatros, museos o salas de cine convertidos en esos lugares en los que sobrevivir hasta que aparecen las primeras flores. Ahora, llueve en Madrid. Ahora, hace frío en Madrid.

Celebrar la vida es algo que se nos olvida con frecuencia. Nos tomamos las cosas demasiado en serio, mucho. Sobre todo a nosotros mismos. Se nos está olvidando sonreír, bromear sin tapujos, poner en duda lo grandioso con humor, con fina ironía. Y es por eso por lo que deberíamos acercarnos más al teatro, a la ópera, a la zarzuela o a cualquier manifestación artística; el arte nos permite explicarnos el universo y nos coloca en lugares retirados de nuestro día a día, casi siempre rodeado de buenas vibraciones y diversión. Es una pena que nos hayamos convertido en carne de redes sociales, de bulos, de una filosofía de vida que olvida la alegría como esencial y de, sobre todo, nosotros mismos.

El Teatro de la Zarzuela de la capital se ha envuelto en ironía, atrevimiento y buen humor. Desde este 29 de enero hasta el próximo 16 de febrero. Asisto al primer día de representación de una de las obras más rompedora, transgresora y divertida de la historia de la música cañí. ‘La corte de Faraón’, una opereta bíblica y sicalíptica según los autores del libreto (Guillermo Perrín y Miguel Palacios) y el compositor de la partitura, Vicente Lleó.

Enrique Viana (Sul). / Fotografía de Elena del Rosal

‘La corte de Faraón’ se estrenó el año 1910, causó sensación, un gran revuelo y enormes cambios en la idea que hasta entonces se imponía sobre lo que debía ser el teatro musical (tal vez el teatro en general). No es extraño tanto alboroto porque la partitura es una maravilla y el libreto se atreve a indagar en lugares que, todavía hoy, son tabús en buena parte de la sociedad. Se suma en la obra opereta europea, cuplé y música castiza. El terceto de ‘las viudas de Tebas’, el cuplé del babilonio o el garrotín son ejemplos muy arraigados en la memoria popular y absolutamente representativos de lo que es ‘La corte de Faraón’. Ahora, el Teatro de la Zarzuela nos acerca una producción del Teatro Arriaga, del Teatro Campoamor y de Teatros del Canal estrenada en 2012.

La puesta en escena es sencilla, todo discreto oropel (si es que este oxímoron se me permite). El tránsito de los distintos cantantes, de los bailarines y de los miembros del coro, está ordenada con sumo cuidado y no se convierte en una molestia para el espectador. Y así, Emilio Sagi, director de escena, extrae petróleo de muy poca cosa. Todo práctico, todo inteligencia, todo ganas de divertir y agradar.

La dirección musical es sólida. El maestro Carlos Aragón entiende a la perfección la partitura y logra arrancar a la Orquesta de la Comunidad de Madrid el mejor de sus sonidos. La batuta de Aragón logra momentos chispeantes, instantes casi impetuosos y, sobre todo, destaca por el cuidado en el acompañamiento de los cantantes.

‘La corte de Faraón’ fue calificada como sicalíptica desde su estreno. Según la RAE, eso significa malicia sexual y picardía erótica. Y para que una opereta de carácter bíblico (ya en el título se habla de Faraón y no del faraón como se puede leer en el Antiguo Testamento) y sicalíptica no desembarque en el mal gusto o más allá de las fronteras de un tono amable, divertido y festivo, debe ser interpretada por cantantes que, además de la voz más poderosa que sea posible, desplieguen un arco dramático que les permita encarnar personajes gamberros, algo disparatados y picantes (¡Picante! Así decía que era la obra mi compañera de butaca, una mujer mayor que se lo pasó bomba con la representación. Hacía años que no escuchaba ese adjetivo en un contexto teatral). En este sentido, todos los cantantes que aparecen en escena se acoplan de mil amores a su papel.

María Rey-Joly (Lota) y Jorge Rodríguez-Norton (José). / Fotografía de Javier del Real

Gustó María Rey-Joly (Lota) que, sin una voz enorme, defendió su trabajo con gracia, delicadeza y un punto vacío de vergüenza que se agradece. Algo descontrolada en la zona más aguda del registro. Jorge Rodríguez-Norton (José) llena buena parte del escenario cuando aparece. Tan discreto como correcto al cantar. El trabajo de Luis Cansino (el Gran Faraón) es compacto y rotundo; las horas de vuelo de este intérprete le convierten en un valor seguro sea lo que sea que se represente. Y María Rodríguez (Reina) y Annia Pinto (Raquel) están estupendas en todos los aspectos. El resto del reparto cumple bien, sin grandes alharacas, pero bien.

Y gustó mucho Enrique Viana (Sul) con el cuplé más famoso de la obra (Ay, Ba… Ay, Ba… Ay, Babilonio que marea…). Puso la platea en movimiento sin resistencia alguna, consiguió que se escucharan las risas con fuerza y dejó bien claro por lo que esta obra es una de las más representadas de la historia del teatro musical español (si no la que más), dejó bien claro que las intenciones de la obra se arriman a la diversión y a convertir en una fiesta la vida. ¡Qué cosa tan divertida, por favor!

El teatro es vida, la música es vida, ‘La corte de Faraón’ también lo es. Y la lluvia que ya no estaba al acabar la función.

G. Ramírez

La banda de Paquito D'Rivera en Teatro Fernán Gómez CCV © Madrid Destino / Jesús Hellín
 

Último concierto sobre el escenario del Teatro Fernán Gómez CCV programado en el Festival Internacional Jazz Madrid. Como estaba previsto, ha sido un concierto de enorme calidad. Y es que Paquito D’Rivera nunca falla.

El jazz latino gusta mucho en países como España, entre otras cosas, porque lo entendemos muy bien. Aquí también sabemos bailar la vida, celebrar cada minuto de la existencia. Sobre todo de Despeñaperros para abajo aunque los demás no hacemos ascos a vivir intentando ser felices y si es bailando mejor. Todo lo que tiene que ver con el jazz latino  es familiar y cercano, todo es mágico.

Paquito de D’Rivera es un músico descomunal. Según él mismo afirmó durante el concierto del domingo 24 de noviembre, ya son setenta años haciendo música. El que escribe no recuerda un solo concierto de este hombre sin el éxito presente como invitado especial, un solo concierto que defraudase al personal, un solo concierto anodino o planito. Además, Paquito D’Rivera es un tipo cercano, muy simpático, y eso ayuda a que la comunión con el público sea absoluta.

Paquito D'Rivera en Teatro Fernán Gómez CCV © Madrid Destino / Jesús Hellín

Paquito D´Rivera se rodea de músicos extraordinarios. Disfrutamos de Pepe Rivero al piano, un músico con el swing en la punta de los dedos que es capaz de convertirse, desde el primer compás, en el vertebrador del obligado diálogo entre instrumentos. Y disfrutamos de un tema compuesto por él mismo que tituló ‘Pa’ Bebo’.  Elegante en la interpretación, con una enorme carga de reminiscencias clásicas en su música (la formación de este hombre es sólida a más no poder) y una capacidad para la improvisación portentosa. Disfrutamos de un contrabajista Reinier Elizarde ‘El Negrón’ que dejó un par de solos para el recuerdo. Su aportación en el tema compuesto por D’Rivera ‘Basstronaut’ (algo parecido a ‘El bajonauta’) fue de las que dejan boquiabierta a la platea en su totalidad. Soportando la base rítmica es un seguro de vida y si es en compañía del baterista Georvis Pico el efecto se multiplica de forma exponencial. Vaya dos braceros que lleva D’Rivera al lado. Y también disfrutamos del vibrafonista colombiano Sebastián Laverde, un músico eficaz, robusto en la interpretación de la partitura y chispeante en la improvisación. Por si era poco, se unió a la fiesta a medio concierto el armoniquista Antonio Serrano. Sensacional en todo lo que hizo Serrano.

Además de los temas ya mencionados, sonaron el ‘Nocturno de celda’ de Chopin, ‘Mambo influenciado’ de Chucho Valdés, una delicada –casi sofisticada- versión de ‘Cinema Paradiso’ de Ennio Morricone, un tema compuesto por D’Rivera en honor a su esposa ‘A Brenda con amor’ y del ‘Concierto para Clarinete en La’ de Mozart el segundo movimiento convertido en un blues.

El público ovacionó a los músicos sin dejarse una palmada. Y la despedida de este espacio del Festival Internacional Jazz Madrid 24 queda en el recuerdo de los aficionados. Por siempre jamás.

G. Ramírez
David Sancho. Fotografía cortesía de el señor Sancho

David Sancho Mangas es madrileño y vino al mundo allá por 1987. Es graduado en Piano y Pedagogía del Piano en el Conservatorio Superior de Música de Madrid. Un poco más tarde se tituló en Piano Jazz por el Conservatorio Superior de Rotterdam (Codarts Hogeschool voor de Kunsten). Y a partir de ahí, el número de premios, colaboraciones o festivales es innumerable. Ha hecho, además de música jazz, hip hop, electrónica o flamenco, entre otras cosas. David Sancho es eso que todo el mundo conoce como músico de raza, de los de verdad.

David es muy buen conversador y en la charla con él no hay baches o meandros imposibles. Natural, amable y cercano.

Hablamos de su último trabajo (pendiente de publicar y del que ya hay, eso sí, tres singles publicados en las plataformas que se pueden escuchar). Dada su formación y su desarrollo profesional, en este disco se encuentran el jazz, el rock progresivo, el sinfónico, hip hop y pasajes de carácter orquestal puesto que David Sancho utiliza instrumentos distintos a los teclados (flautas y violines, por ejemplo).

¿Por qué jazz y no cualquier otro tipo de música?

‘El jazz genera una enorme libertad que me encanta experimentar. Al existir tantas estructuras en las que se puede desarrollar la improvisación me siento muy cómodo y puedo generar una interacción, mientras interpreto un tema, con otros músicos más que interesante. Me encanta el jazz’.

El piano, por formación académica, es el instrumento principal en la música que hace David Sancho.

‘Pero mi formación sentimental reposa sobre los teclados. Me explico. Mis actividades extraescolares (por así decirlo) fueron los teclados. Es como salir de clase en el colegio y jugar al baloncesto o al fútbol. Algo así. Yo salía del conservatorio y tenía mi propia actividad fuera de horario. En los teclados mezclo la formación más académica con la más gamberra que crece alrededor de teclados, amplis o sintetizadores’.

Ya que hablas del cole… ¿Qué tipo de pianista quisiste ser de jovencito? ¿A quién quisiste parecerte?

‘Quise ser como Tony Banks, Rick Wakeman, Bill Evans o Chick Corea, por ejemplo. Pero, ahora, si tengo que elegir a uno me quedo con Brad Mehldau sin dudarlo, es mi preferido, es el pianista total’.

David Sancho entiende que ser músico significa no dejar nunca de madurar como profesional.

‘Pero, a pesar de las preferencias y las influencias que he tenido como cualquier músico, sí es cierto que ya he conseguido ser yo mismo, siempre lo soy. Cada disco que publicas en una búsqueda musical y espiritual; por eso, he logrado avanzar mucho sin perder de vista que queda todo el camino por andar. Soy yo sabiendo que tengo que cambiar al hacer la ruta que me espera’.

David Sancho. Fotografía cortesía de el señor Sancho

Hablamos de la improvisación (creo yo que es el territorio en el que el músico se presenta sin filtro alguno), de lo esencial que resulta en el jazz.

‘Mira Gabriel, la improvisación va a tener mayor o menor presencia dependiendo de cada pieza y de cada estilo. Por ejemplo, en el disco que estoy a punto de publicar, hay temas en los tengo mucho más escrito que lo que dejo, a priori, en el territorio del desarrollo de la improvisación; pero la improvisación puede ocupar de forma práctica un espacio mucho mayor del esperado porque se hace en total libertad. Aunque tengo temas que apenas cuentan con unos compases escritos y el resto llega desde la improvisación. Improvisación pura. Por supuesto, improvisando, te dejas ver por completo’.

Al improvisar, los músicos sabéis dónde empezáis, pero creo que no dónde vais a terminar ¿no?

‘Saber acabar es muy importante. En mi actividad docente siempre hago un símil con la gimnasia artística. Se debe saber que llega el último salto, el público debe ver que llega, y hay que sacar los brazos al caer para decir ‘ya he terminado’ aunque no haya sido el mejor salto de todos los de la serie. Suelo avisar al llegar al final de una improvisación, prefiero que nadie se sorprenda sobre todo si lo que llega a continuación es una parte difícil de la pieza’.

David Sancho se subirá al escenario de la Sala Villanos del Jazz el próximo uno de diciembre, dentro de la programación del Festival Internacional Jazz Madrid. Es el último de los artistas que intervienen en el festival. Presentará su último disco ‘Mind in Progress’ que estará publicado un par de días antes de concierto; un trabajo creado para poder escucharlo de principio a fin. Se podrá escuchar en todas las plataformas digitales y en formato físico.

Queda pendiente una conversación con David Sancho, en la que se descubra mucho más de él, de su forma de entender la música.

G. Ramírez

Older Posts

BIENVENIDOS

¡Ya estamos aquí! Y sólo necesitamos de dos minutos y cuarenta segundos de tu tiempo; lo suficiente para llamar tu atención y conseguir que te quedes por aquí un rato más. Jazz, ópera, danza, teatro y televisión serán los temas sobre los que todos diremos aquello que nos parezca pertinente. Lo impertinente nos lo podemos ahorrar. ¡Qué ganas tenía de tenerte tan cerca!

TRADUCTOR

SÍGUENOS

LO MÁS LEIDO

  • 5 Canciones para un día lleno de amor y bochorno
    El Día de los Enamorados es hortera, es prescindible, es bochornoso si los enamorados se empeñan en mostrar su amor en público y un negocio ...
  • Breve historia del jazz (I): Los esclavos negros y la nueva música
      Siempre se habla de Nueva Orleans si se quiere señalar cómo nació el jazz. Sin embargo, en cientos de ciudades y pueblos norteamericanos e...
  • 'La Isla de las Tentaciones 7' o ponerse ciego sin caerse de espaldas
      Hemos conocido programas de televisión lamentables, irrelevantes, vomitivos, vergonzantes y aburridos. Hemos conocido programas de televis...
  • La canción preferida de... Roberto Cruz
      Era 1997 cuando empezó mi viaje particular a las estrellas de las que Jamiroquai habla en su canción ‘Cosmic Girl’. Sus primeros acordes s...
  • GH Dúo: Ana María Aldón a la calle; Finito e Ivana a la casa
      ¿Quién se cree la pareja formada por el tipo que se hace llamar Finito y la joven Ivana? Claro, ni usted ni nadie. Y es que cuando un adef...
  • La canción preferida de... Marichu Marti
      La escucho. 'Sleep on the Floor' de The Lumineers, un lugar en el que siempre estoy. La escucho desde que tengo dieciséis años, d...
  • Jazz para los que no saben de jazz (I). El tono
      Cuando he preguntado alguna vez a alguien por qué le gustaba el jazz he recibido a cambio respuestas imposibles por su complejidad, otras ...
  • ‘El juego del calamar 2’: La sangre siempre gusta
    Superar la primera entrega de 'El juego del calamar' era casi imposible. El efecto que se produjo envuelto en sorpresa fue algo insó...

ARCHIVO

  • agosto (2)
  • marzo (2)
  • febrero (4)
  • enero (5)
  • diciembre (3)
  • noviembre (12)
  • octubre (12)
  • septiembre (12)
  • agosto (1)
  • julio (4)
  • junio (3)
  • mayo (8)
  • abril (6)
  • marzo (25)
  • febrero (30)

CONTACTAR

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

VISITAS



Copyright © Dos minutos, cuarenta segundos y una trompeta | Adapted by BD | Política de Privacidad