Alfredo Rodríguez Trío en el Auditorio Nacional de Madrid: Música y neutrinos
Alfredo Rodríguez Trío. / © Rafa Martín |
Me gusta pensar que las notas musicales que nos llegan a diario; a veces, casi sin ser conscientes, en casa, en el trabajo, tomando un café en el bar de la esquina; son como los neutrinos, esas partículas elementales subatómicas que tienen una masa muy pequeña, no tienen carga y atraviesan la materia. Ni las notas musicales ni los neutrinos actúan con la materia, pero si con el alma, con nuestra esencia. Y me gusta pensar que los músicos cargan de notas (similares a los neutrinos) sus instrumentos para lanzarlos al espacio para que lleguen hasta el infinito, que sean eternos; para que nos atraviesen el ser. Ya sé que es imposible lo que digo y que mezclo ondas, partículas y, si me apuran, fe; pero la idea me apabulla.
Desde el arranque del concierto,
Alfredo Rodríguez quiso dejar claras sus intenciones. Sonaba ‘Coral Way’ (tema
que da nombre a su último trabajo) y la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Madrid se inundaba de corcheas, fusas y redondas cargadas hasta los topes de aromas
caribeños, del mejor pop, de rock, de matices clásicos y puramente académicos
que resultaban deliciosos; desde los primeros compases los tres músicos que
forman este combo interpelaban a los aficionados que abarrotaban la platea y
ponían en marcha una interacción divertida, conmovedora y entrañable. Neutrinos
musicales por todas partes podríamos decir.
Alfredo Rodríguez. / © Rafa Martín |
Alfredo Rodríguez es un pianista sensacional, uno de los mejores del mundo sin duda alguna. Compone, canta y demuestra una formación clásica que aporta una robustez difícil de igualar a su interpretación de la música. Recordó, casi al final del concierto, que en 2006 fue seleccionado como uno de los doce pianistas de todo el mundo para actuar en el Festival de Jazz de Montreux, y que allí conoció al que sería su mentor Quincy Jones. Si su carrera era prometedora, aquello aceleró todo y convirtió a Rodríguez en una realidad que no deja de sorprender. El fraseo en cada pieza, las rupturas en el discurso musical que despliega, su virtuosismo con el piano y una capacidad demoledora para fusionar todo tipo de música (el jazz permite maridajes casi imposibles si el músico tiene talento para encontrar soluciones) hacen de Alfredo Rodríguez un auténtico espectáculo cuando pisa las tablas de cualquier lugar del mundo.
Michael Olivera. / © Rafa Martín |
Acompañan a Rodríguez, Michael Olivera a la batería y Yarel Hernández con su bajo eléctrico. Si el swing de Rodríguez es impecable, el de estos dos braceros incansables es espectacular. ¡Menuda base rítmica! Creo que no colocaron una nota mal en todo el concierto, ni una. Los tres se entienden, los tres disfrutan y los tres creen en lo que hacen; y esto es algo que el público percibe con las primeras notas.
Seguía a ‘Coral Way’ una preciosa
versión del bolero de Consuelito Velázquez ‘Bésame Mucho’. Si la platea ya se
había puesto perdida de excelente música, el matiz que aportaba la calidez del
bolero generaba un clima excelente. Se fueron sumando momentos inolvidables,
uno tras otro. Por ejemplo, cada solo del pianista se convertía en una especie
de momento mágico en el que el sonido de la música revestía la vida entera.
Yarel Hernández. / © Rafa Martín |
Sonaron temas de producción propia de Rodríguez y otros conocidísimos como, por ejemplo, ‘Quizás, quizás, quizás’ o ¡Ay Mamá Inés! que hicieron que el público se sintiera feliz al poder cantar y bailar.
Un concierto más que tenía
programado el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) dentro del ciclo ‘Jazz en el Auditorio’; otro acierto más y una
alegría que se suma a las anteriores.
G. Ramírez
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