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Dos minutos, cuarenta segundos y una trompeta

‘Patagonia’ es una ópera de cámara en dos actos. La partitura la firma Sebastián Errázuriz y el libreto Rodrigo Ossandón. Y es una de las sorpresas de la temporada para el que escribe. Se trata de una obra robusta, deliciosa al oído, con cierta consistencia narrativa debido a un texto que escapa de lo superficial y el apoyo de esa partitura que envuelve todo casi con mimo. ‘Patagonia’ se estrenó en el Teatro del Lago de Chile el año 2022 y el Nacional Cervantes de Buenos Aires en 2023. Ahora, se ha estrenado en el Teatro de la Zarzuela los días 21, 22 y 23 de febrero y es una pena que la platea no estuviera abarrotada.

El propio Sebastián Errázuriz ha sido el director musical en cada una de las tres funciones. El día del estreno, delicado, siempre acompañando a los cantantes, haciendo presentes todos los matices que encierra la partitura. Los solistas de la Orquesta de la Comunidad de Madrid (que es la titular del Teatro de la Zarzuela) ponían todo de su parte para que la música fuera la gran triunfadora de la representación. Francamente bien Errázuriz.

Durante los setenta minutos de función, el público viaja hasta la Bahía de San Julián en la Patagonia, hasta el año 1520, para conocer a los habitantes de aquellas tierras que terminaron siendo conocidos como patagones por su gran altura. Magallanes, Juan de Cartagena, Antonio Pigafetta, Xorenken o Golenkon, serán algunos de los personajes que acompañen en la aventura que vive la platea. Dos mundos se encuentran y, por supuesto, colisionan (si el ser humano está involucrado siempre se colisiona), lo ancestral frente a una modernidad despegada de la realidad, el amor frente a la falta de sentimientos. Interesante desde el principio.

Evelyn Ramírez (mezzosoprano) dejó patente que arrastra un importante problema de dicción y eso desmereció su trabajo. Encarnaba a Golenkon y no terminó de convencer. Sin embargo, Marcela González  (soprano) defendió con mayor solvencia su papel como Xorenken. Bien en las zonas más altas, controlando siempre los momentos más exigentes y muy bien en los tránsitos. Nicolás Fontecilla tampoco mostró la mejor de las dicciones aunque, en general, salvó su participación sin grandes problemas (es tenor y encarnó a Antonio Pigafetta); y Sergio Gallardo (bajo barítono) interpretando el papel de Juan de Cartagena está correcto, sin más.

‘Patagonia’ es una buena obra que si contase con voces de primer nivel podría alzarse sobre cualquier escenario del mundo.

La puesta en escena de Marcelo Lombardero es limpia y casi quirúrgica. Aprovecha los telones del escenario con enorme eficacia y los movimientos de personajes o material sobre el escenario siempre está ordenado y ayuda a seguir la trama. Sencilla, atractiva y minimalista. Otro de los grandes aciertos de la producción.

Dicho todo esto, es posible que esta sea una ópera que se quede corta para los aficionados más experimentados o para una crítica que solo comprenda la grandeza como ingrediente único e insalvable en las óperas. Se entiende bien, se escucha bien y aporta un intento reflexivo que no se puede menospreciar. ¿Es esto algo que convierta una obra en mediocre?

A pesar de las pequeñas sombras que las voces dejaron de iluminar, la producción es estupenda y debería programarse más en los teatros españoles. Una apuesta segura del Teatro de la Zarzuela que ha vuelto a acertar.

Música de Sebastián Errázuriz. Libreto de Rodrigo Ossandón. Reparto: Evely Ramírez, Marcela González, Nicolás Fontecilla, Sergio Gallardo, María Paz Grandjean, Francisco Arrázola, Manuel Páez. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección de escena y dramaturgia de Marcelo Lombardero. Dirección musical de Sebastián Errázuriz. Lugar Teatro de la Zarzuela Fecha 21 de febrero.

G. Ramírez

Alfredo Rodríguez Trío. / © Rafa Martín

Me gusta pensar que las notas musicales que nos llegan a diario; a veces, casi sin ser conscientes, en casa, en el trabajo, tomando un café en el bar de la esquina; son como los neutrinos, esas partículas elementales subatómicas que tienen una masa muy pequeña, no tienen carga y atraviesan la materia. Ni las notas musicales ni los neutrinos actúan con la materia, pero si con el alma, con nuestra esencia. Y me gusta pensar que los músicos cargan de notas (similares a los neutrinos) sus instrumentos para lanzarlos al espacio para que lleguen hasta el infinito, que sean eternos; para que nos atraviesen el ser. Ya sé que es imposible lo que digo y que mezclo ondas, partículas y, si me apuran, fe; pero la idea me apabulla.

Desde el arranque del concierto, Alfredo Rodríguez quiso dejar claras sus intenciones. Sonaba ‘Coral Way’ (tema que da nombre a su último trabajo) y la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Madrid se inundaba de corcheas, fusas y redondas cargadas hasta los topes de aromas caribeños, del mejor pop, de rock, de matices clásicos y puramente académicos que resultaban deliciosos; desde los primeros compases los tres músicos que forman este combo interpelaban a los aficionados que abarrotaban la platea y ponían en marcha una interacción divertida, conmovedora y entrañable. Neutrinos musicales por todas partes podríamos decir.

Alfredo Rodríguez. / © Rafa Martín

Alfredo Rodríguez es un pianista sensacional, uno de los mejores del mundo sin duda alguna. Compone, canta y demuestra una formación clásica que aporta una robustez difícil de igualar a su interpretación de la música. Recordó, casi al final del concierto, que en 2006 fue seleccionado como uno de los doce pianistas de todo el mundo para actuar en el Festival de Jazz de Montreux, y que allí conoció al que sería su mentor Quincy Jones. Si su carrera era prometedora, aquello aceleró todo y convirtió a Rodríguez en una realidad que no deja de sorprender. El fraseo en cada pieza, las rupturas en el discurso musical que despliega, su virtuosismo con el piano y una capacidad demoledora para fusionar todo tipo de música (el jazz permite maridajes casi imposibles si el músico tiene talento para encontrar soluciones) hacen de Alfredo Rodríguez un auténtico espectáculo cuando pisa las tablas de cualquier lugar del mundo.

Michael Olivera. / © Rafa Martín

Acompañan a Rodríguez, Michael Olivera a la batería y Yarel Hernández con su bajo eléctrico. Si el swing de Rodríguez es impecable, el de estos dos braceros incansables es espectacular. ¡Menuda base rítmica! Creo que no colocaron una nota mal en todo el concierto, ni una. Los tres se entienden, los tres disfrutan y los tres creen en lo que hacen; y esto es algo que el público percibe con las primeras notas.

Seguía a ‘Coral Way’ una preciosa versión del bolero de Consuelito Velázquez ‘Bésame Mucho’. Si la platea ya se había puesto perdida de excelente música, el matiz que aportaba la calidez del bolero generaba un clima excelente. Se fueron sumando momentos inolvidables, uno tras otro. Por ejemplo, cada solo del pianista se convertía en una especie de momento mágico en el que el sonido de la música revestía la vida entera.

Yarel Hernández. / © Rafa Martín

Sonaron temas de producción propia de Rodríguez y otros conocidísimos como, por ejemplo, ‘Quizás, quizás, quizás’  o  ¡Ay Mamá Inés! que hicieron que el público se sintiera feliz al poder cantar y bailar.

Un concierto más que tenía programado el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) dentro del ciclo ‘Jazz en el Auditorio’; otro acierto más y una alegría que se suma a las anteriores.

G. Ramírez

 

Paquita la del Barrio

Entrevista de Concha Hernández, entonces directora de la revista Trabajadora de CCOO, a Paquita la del Barrio realizada el mes de julio de 1994

Esta entrevista fue realizada en los camerinos del Centro Cultural Conde Duque en el mes de julio de 1994, al finalizar el concierto que ofreció Paquita la del Barrio dentro de la programación de los Veranos de la Villa. Se publicó en la revista Trabajadora en septiembre de ese mismo año.

La conexión que se produjo entre entrevistadora y entrevistada fue tal que continuó la charla en una terraza cercana hasta bien entrada la noche, ya sin grabadora por medio. Al día siguiente recibí una llamada de ella pidiéndome el favor de averiguar el aforo que había tenido su concierto, porque no se fiaba de las cuentas que tenía que hacer con su mánager…Pensaba que al trabajar yo en un sindicato no la engañaría. Me citó en su hotel de la Gran Vía y yo esperé sentada en la escalera mientras ella, con los datos que yo le había dado, resolvía con su representante. Cuando terminaron nos despedimos con un gran abrazo y yo me fui a casa con una botella de tequila empezada que ella no podría subir al avión. Unos años después, mi amiga Carmen que estaba de turismo en México, fue a cenar a 'Casa Paquita' y le dijo que había leído esta entrevista y que era amiga mía. Me contó que se le iluminó la cara al oír mi nombre y recordar el encuentro que tuvimos en Madrid. Brindaron por la amistad y, generosa, les invitó a cenar recordándoles que mis amigos siempre tendrían una mesa reservada en 'Casa Paquita'.

 

PAQUITA LA DEL BARRIO: Reina del arrabal

Vestida de lentejuelas, con unos tacones imposibles, los dedos cargados de anillos y la mirada perdida bajo unas enormes pestañas, el pasado mes de julio actuó en Madrid la cantante mexicana, Paquita la del Barrio. De nuevo desgranó sus canciones cargadas de despecho y provocación ante un público heterogéneo, donde abundaban las mujeres y unos hombres 'en guardia', pero dispuestos a escuchar su famoso '¿me estás oyendo, inútil?' sin rechistar. Esta mujer de atrevidas canciones, que cuando sube al escenario parece dispuesta a comerse al género masculino entero es, en realidad, una mujer tímida, de pocas palabras, lágrimas a flor de piel y un gran corazón.

Septiembre 1994

TRABAJADORA. - Tres veces te engañé la primera por coraje, la segunda por capricho, la tercera por placer… ¿es cierto que en una ocasión un marido enfadado le pegó a su mujer cuando ella le cantó esto mirándole a la cara?

P.B.- Ya lo creo, se puede decir que he visto de todo y aunque esto no pasa mucho, es normal que cuando canto esta canción allá en México las mujeres miren a sus esposos y levanten tres dedos, entonces los maridos van y levantan diez, es un juego, pero que alguno se lo ha tomado en serio y lamentablemente ha llegado a las manos…

T. ¿Cómo es el público que asiste a tus conciertos?

P.B. Desde allá arriba se ve bonito. Asisten pocos hombres, muchas mujeres y gais. Los gais siempre se ponen en las primeras filas y son muy cariñosos conmigo. Noto que la gente me aprecia bastante; algunos hombres me dicen que por qué les digo esas cosas..., sólo me preguntan, ninguno me ha insultado ni se ha puesto violento. Lo bonito de hacer conciertos es sentir a la gente, el cariño que te brindan, que percibes desde el escenario. Para mí eso es fabuloso. Es lo más importante.

T.- Los hombres que han asistido a tu concierto estaban muy calladitos…

P.B.- Yo los he visto muy atentos, porque son letras que nunca se habían escuchado y que por ser tan atrevidas hace años estuvieron prohibidas en México. La gente las sigue bastante y por eso apenas hablan o comentan, creo que es lo que han hecho esta noche, a pesar de que les resulte bastante chocante que les llame inútiles o les diga 'arrástrate como un gusano'. (risas)

T. Quizás por esas frases dicen que te has hecho famosa a base de insultar a los hombres con tus canciones ¿por qué crees que has conectado tanto, sobre todo con el público femenino?

P.B.- Lo que sucede es que estas canciones hablan del engaño, de lo mal que paga el hombre a la mujer, muchas mujeres quisieran decirles a sus esposos lo que dicen las canciones, pero no se atreven… Se podría decir que a través de ellas la mujer se defiende, aunque también hay que decir que ha cambiado mucho la situación de la mujer, la vida está diferente. Yo misma ya no soy la misma que cuando era chamaca. ¡Afortunadamente!

T.- Dicen de ti que eres tremendamente humana y afectuosa.

P.B.- Yo creo que sí. Cuando quiero a alguien es de verdad. Lo que sí rechazo es la mentira; no puedo con eso… Yo te digo una mentira y al rato me estoy riendo, porque ¡no sé engañar!, todo lo contrario de 'Tres veces te engañé…'.

T.- Tus canciones hablan de despecho, traición, venganza, infamia, desprecio y burla en el amor, y se suponen una réplica de las letras de siempre, tan masculinas, de los boleros y rancheras, pero ¿reflejan también vivencias personales?

P.B.- Estas canciones hablan de tristeza, de despecho, se puede decir que es como si le dijeras a tu marido muchas cosas. Yo he trabajado mucho y muy duro, pero mi vida sentimental ha sido muy desafortunada, siento que he fracasado en mi vida matrimonial, es lo que más me duele en el alma, y al cantar lo que canto, pues me identifico. No podría cantar esas canciones si no me identificara con ellas.

T.- En 'Invítame a pecar' aparecen bastantes temas firmados por mujeres.

P.B.- Las canciones que canto, se podría decir que están compuestas al 50 por ciento por hombres y mujeres. Cuando el protagonista de la canción es un hombre, pues la pongo en femenino y ya está.

T.- Empezaste cantando canciones de amor con tu hermana, ¿Cuándo decides cambiar las letras de amor por las actuales, tan duras?

P.B.- Empecé con mi hermana a buscar la oportunidad de trabajar cantando. A los diez años de trabajar juntas, ella se fue a Bolivia y a Perú, porque la compañía solo quería una solista, yo me quedé sola y lo pasé bastante mal. Entonces me dediqué a hacer banquetes con mi marido. Hicimos unos centavos, trabajando muy duro. Después empezamos a meter variedades los domingos y así empezó a llegar la gente. Yo cantaba y a la gente le gustaba. En el 86 un conocido presentador me vio y me dio la oportunidad de ir a un programa de televisión. Empecé a grabar discos y desde entonces a no parar.

T.- ¿Cómo es 'Casa Paquita'?

P.B.- Es un lugar donde llega todo tipo de gente, artistas, políticos, no hay distinción. El ambiente es muy bonito, el grupo está tocando, les piden las canciones, se toman sus copas… Hay artistas que actúan y después canto yo para cerrar. Hay tres sesiones una a las 6 otra a las 9 y otra a las 12, así hasta las dos de la mañana, también hay una pista para bailar. El público se lo pasa muy bien. En 'Casa Paquita' trabajan mis hijos y mis sobrinos, se puede decir que es un negocio familiar.

T.- ¿En qué consiste la ética arrabalera?

P.B.- La ética arrabalera es la ética de la gente humilde, con quien yo me siento más cómoda. La otra gente no me gusta. Hace unos meses fui a una comida; todos eran banqueros, yo cantaba y ellos platicaban; no me hacían mucho caso y me sentí muy mal… La gente humilde es más franca, más atenta. Mis canciones les llegan más.

T.- ¿Qué opinas de lo que está pasando en Chiapas?

P.B.- El Gobierno no tiene interés en que sepamos lo que pasa. Casi no nos hemos enterado de nada. Saben ustedes más aquí que nosotros.

T.- Has terminado tu actuación con una preciosa canción que te ha hecho llorar, era algo así como una declaración…

P.B.- Siempre me emociono cuando la canto. Se titula 'Sin fortuna' y todavía no ha llegado a España. Esta canción habla de mí y cuando la canto, toda mi vida pasa delante de mis ojos como una película, mi casa, mis viejos, mis amores…

T.- Ese poso de tristeza que tienen tus ojos, no te lo dan tus canciones…

P.B. No, es real; es mi vida la que me hace aparecer así.

 

Concha Hernández

Directora de la revista “Trabajadora” de CCOO.

Entrevista realizada en julio de 1994. Centro Cultural Conde Duque

Brad Mehldau. / Fotografía cortesía del artista.

Después de lo que se escuchó ayer en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, es difícil decir algo que pueda describirlo, que pueda ser reflejo fiel de la magia que produce la música en directo, la música interpretada por un artista formidable como es Brad Mehldau. Sea como sea, lo voy a intentar sabiendo que solo los cientos de personas que disfrutaron del concierto (la sala sinfónica no estaba llena del todo aunque había muy pocas localidades libres) podrán decir algún día que fueron testigos de cómo la magia se disfraza de fusa y puede reposar en cualquier rincón del planeta.

Brad Mehldau (Jacksonville, Florida) es el pianista vivo más completo de todos. Ya está dicho. Y aunque parezca una afirmación extravagante, no lo es. En la música de este hombre están los clásicos; están Bill Evans, Thelonious Monk o Chick Corea; están resonando los ritmos pop de The Beatles o de The Beach Boys; están los distintos lenguajes que se han ido acumulando a través del tiempo, fraseos que se adaptan a su particular forma de entender la música. Y, también, resuena el propio Mehldau puesto que es un artista capaz de reinventarse en muy poco tiempo agarrando lo mejor que logra en cada etapa para ir dibujando un universo propio, único y, que es este momento, imposible de superar por cualquier otro pianista.

Mehldau llegaba a Madrid para interpretar piezas de Gabriel Fauré y (en la segunda parte de concierto) temas propios con la libre improvisación como registro principal. Este concierto estaba programado dentro del ciclo ‘Fronteras’ el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) como concierto extraordinario.

El pianista interpretó cuatro nocturnos y parte del Adagio non troppo del Cuarteto para piano en sol menor, Op. 45, temas integrados en el trabajo titulado ‘Après Fauré’. Además del homenajeado Fauré (hace cien que murió el músico francés y este era el motivo de programar el concierto) sobre el escenario aparecieron Bach, Ludwig van Beethoven, el pop en un puñado de compases, todo lo que ha ido sumando Mehldau con los años, lo más moderno del panorama jazzístico. El concierto fue de menos a más en intensidad (la exigencia de la primera parte por concentrar un romanticismo que tal vez ya no se comprenda con facilidad lastraba un poco a los aficionados que, creo yo, estaban allí para escuchar más al jazzman que otra cosa) aunque ya cerca del final del concierto, a Mehldau le bastaba mostrar un pequeño dibujo construido con trazo fino y delicado desde su teclado para que el público pidiese con insistencia una propina más abundante. Cuando acabó de sonar el tema compuesto por Arthur Hamilton, ‘Cry me a river’ (un standard del jazz) los aplausos ya se habían convertido en la ovación del año. Brad Mehldau dejó bien claro quién es el que manda.

La música es magia. Y Mehldau es el mago que nos acerca a esa zona en la que la experiencia de escuchar se convierte en única e irrepetible. No hay nada comparable a la vista.

Ayer, después de las casi dos horas y medio de concierto, Madrid era una ciudad mucho más atractiva, mucho más acogedora a pesar del frío. Magia potagia.

G. Ramírez

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