Nina Stemme: Wagner en el Teatro Real

by - mayo 27, 2024

 

Nina Stemme en el Teatro Real de Madrid. / Fotografía de Javier del Real

Si a un entendido en música le invitan a un concierto en el que la música gira alrededor de Richard Wagner y cuya duración  es de un par de horas, probablemente se mostrará escéptico, sin embargo, este ha sido el fantástico acontecimiento al que hemos podido asistir en el día de ayer, domingo, 26 de mayo en el Teatro Real, dado que se trataba de escuchar algunos fragmentos de sus obras.

En este sentido viene bien recordar que las óperas de Wagner tienen una duración media de 4 a 5 horas y que su tetralogía, 'El anillo del Nibelungo', formada a su vez por otras 4 óperas, se extiende a lo largo de 15 horas de música. Algo así como una serie de Netflix llevada al escenario operístico.

Por esta razón el concierto que hemos escuchado en el Teatro Real, prescindiendo de elementos de la representación y con los músicos sobre el escenario, ha sido una excepción que se justifica por la calidad de lo ofrecido en el menú.

El preludio y muerte de amor de Wagner es uno de los fragmentos más hermosos y sublimes que ha dado la música clásica a lo largo de su historia, utilizado frecuentemente en el cine, tiene algo de pasional y onírico, como bien puso de manifiesto el director Lars Von Trier en su película 'Melancolía' utilizando este fragmento sobre unas imágenes de perturbadora belleza. En el concierto pudimos escucharlo con una calidad interpretativa que hizo transparente todos los matices e inflexiones que necesita esta obra para que se aprecie en toda su grandeza. Y esto fue posible, además de por los músicos y el director, gracias a la prodigiosa voz de la soprano Nina Stemme, que a pesar de tener un vibrato algo marcado, dispone de un instrumento de colorido denso, extenso y sobre todo de un volumen que se hizo presente en todo momento a pesar de tener a la orquesta fuera del foso, en el escenario y en ocasiones con los instrumentos de viento metal, sonando junto a la voz. Algo que suele evitarse en las partituras debido a que estos instrumentos, actúan como devoradores del sonido vocal, aunque suele ser habitual en la música de Wagner.  El sonido de Nina Stemme navegó sin ningún problema sobre este océano sonoro como si esa música hubiese sido escrita para ella, como sucede con las raras voces wagnerianas que da el mundo de la ópera.

'Des Liebesmahl der Apostel' ('La cena de los apóstoles') fue la siguiente obra que se interpretó, esta vez con  el coro Titular del Teatro Real como auténtico protagonista en esta atípica composición de Wagner que además se suele programar con poca frecuencia y por ello  desconocida del público. Estrenada por encargo en la maravillosa iglesia Frauenkirche de Dresde, destruida en la 2ª guerra Mundial y reconstruida después, se trata de una obra que recrea la última cena de los apóstoles.

Orquesta y Coro titulares del Teatro Real de Madrid. / Fotografía de Javier del Real

Durante años el coro del Teatro Real ha sido calurosamente aplaudido por la calidad que ha ofrecido siempre en todas las óperas en las que ha participado, pero hasta ahora no había contado con una obra donde los solistas únicos fuesen ellos. Con una cuidada selección de voces realizada por su director José Luis Basso y cantando una obra complicada y de enorme dificultad ofrecieron una versión a la altura de su trayectoria que fue enormemente aplaudida. Tal vez la posición del coro al fondo del escenario haya restado algo de la generosa acústica que acompaña a la sala, aunque otra solución hubiese sido complicada por el espacio y disposición de los músicos.

En la segunda parte pudimos escuchar una selección de lo mejor de 'Götterdammerung' ('El Ocaso de los dioses') que tuvo en la voz de Nina Stemme una actuación llena de pasión y entrega y que encontró en el director Gustavo Gimeno una interpretación que hizo posible el éxito de la velada. A ello contribuyó la buena forma en que se encuentra la Orquesta del Teatro Real que ascendía del foso para recibir, esta vez si, los aplausos directamente sobre el escenario

Como políticamente vivimos días convulsos (cuándo no lo han sido), no está demás hablar de la figura de Wagner sobrepasando el ámbito artístico y  enhebrándose con los acontecimientos sociales. Esta es una de las razones por las que su figura, y por extensión su música, levanta auténticos debates apasionados. Por resumirlo, Wagner era un  declarado antisemita; puede comprobarse en el opúsculo que escribió al que llamó 'El judaísmo en la música'. Fue tomado por Hitler como el compositor representativo del terrible imperio que quería construir a base de eliminar brutalmente a quienes los nazis consideraban infrahumanos. Sus descendientes, los de Wagner, tuvieron cálidos lazos de amistad y colaboración con Hitler y su régimen que son bien conocidos.

Por decirlo de alguna manera, Wagner no era un tipo con el que uno se tomase un café. Su música, que por momentos es de enorme originalidad, grandiosa y que tiene la cualidad de tocar la parte más sensible de los seres humanos, es también capaz de originar grandes sueños tras escucharla. En la última ópera que se representó en el Teatro Real, la de 'Los maestros cantores de Nuremberg', ésta finalizaba exaltando literalmente 'El sagrado arte alemán' en una apoteosis musical que hace comprensible que a uno le de la ventolera de invadir Polonia, como decía Woody Allen

Es una suerte, que en este sentido, lo que hoy se llama 'cultura de la cancelación' no haya alcanzado los escenarios del Teatro Real y que haya podido conservar la lucidez de separar a un compositor, que a muchos nos resulta indeseable en su persona, de su música maravillosa y que podamos detestar al personaje y sin embargo, adorar su obra. Es un alivio que estos reductos de inteligencia forman parte de la marca del Teatro Real, en su programación y no estaría de más que esta reflexión alcanzase más ámbitos en nuestra sociedad.

Se echó de menos un programa, que mas allá de nombrar las obras y las breves biografías de los artistas, nos ofreciese un marco cultural sobre el concierto que estábamos a punto de escuchar, siempre resulta enriquecedor hacerlo y además ofrece la oportunidad de que intelectuales que forman parte del mundo de la cultura y la música se expresen a través de una ventana creativa como son los programas de concierto, que se han convertido, de alguna manera, en un género literario.

Mari López

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