Jazz para los que no saben de jazz (III). La improvisación

by - febrero 22, 2024


Desde que la música es música, se ha improvisado por parte de los intérpretes. Por poner un ejemplo, Bach lo hacía. Sobre una estructura armónica determinada iba construyendo su música a través de la improvisación. Pero hoy, ni a Bach, ni a cualquier otro músico europeo de esa época o del romanticismo o de cualquiera de las pasadas, podemos escucharlos. Aunque parezca que esto es una perogrullada es muy importante. Porque lo que hacen las orquestas es interpretar sus partituras y poco más. Tal vez estemos perdiéndonos lo mejor.

Pero la buena noticia es que para escuchar improvisaciones nos queda el jazz.

Los jazzmen también improvisan sobre estructuras armónicas que son más o menos cerradas aunque algunas sean tan abiertas que apenas se adivinen en el conjunto de una pieza. A diferencia de los intérpretes actuales de música clásica que parecen no atreverse con la improvisación -ni siquiera cuando una pieza está construida con ese fin entre otros- los músicos de jazz es lo que hacen una y otra vez. Tanto es así que un tema sin improvisación alguna no es reconocido por algunos como jazz. Así de sencillo; aunque pensar esto puede ser un gran error. Como dijo Humphrey Lyttlton ‘en el pleno sentido de componer ex tempore, es decir, sin ninguna preparación, la improvisación ha demostrado ser inesencial y prácticamente inexistente en la buena música de jazz’. Improvisar por improvisar es algo que puede resultar, al menos, de dudosa necesidad.

En la música jazz no se puede concebir que alguien quiera interpretar una partitura y que quiera hacerlo desde un lugar parecido al original. ¡Con eso se pierde casi todo por el camino! En el jazz, que representa la libertad más absoluta, todo depende del estado de ánimo del músico, de la lectura que hace de su propio universo. Un músico de jazz podría estar tocando ‘All of You’ y, al ver a una chica que le gusta yendo al lavabo, comenzar a contarlo con todo lujo de detalles. Frase a frase. Con la precisión y el sonido adecuado.

Crean cuando les digo que Bach adornaba una chacona como Keith Jarrett adorna cualquiera de sus piezas. Así siempre fue la música y así es el jazz. La gran diferencia es que las bases armónicas son, lógicamente, distintas. Para entendernos, añadiré que lo que para un músico en el barroco era, por ejemplo, el organum, para el de jazz es el blues. En el jazz todo es blues que se desarrolla de una forma u otra. Y, claro, las improvisaciones se sostienen sobre él. Por tanto, sin entender el papel del blues, lo que representa en el jazz, sin intuir que es algo así como el armazón de toda esta música; ni se puede tocar ni, casi, escuchar disfrutando al máximo.

Alguien podría estar pensando que, entonces, la improvisación está copiada a los músicos europeos más antiguos. Ya les digo yo que los primeros músicos de jazz que improvisaron al hacer música, no sabían nada de Bach ni de cualquier otro. Conviene recordar que los primeros músicos eran esclavos y que los que siguieron pertenecían a clases sociales muy desfavorecidas. Esto se traducía en una falta de preparación académica absoluta. Algunos no sabían ni leer ni escribir. Pues bien, lo que pasa es que esto de hacer música es igual en todas las partes del mundo y sea durante la época que sea. Improvisar es cosa de músicos del mismo modo que entendemos que hacer música es cosa de ellos. Hay que hacerse una pregunta para entender todo esto: ¿Desde cuándo a un músico le gusta hacer música que no sea la suya propia? En la contestación encontramos el sentido de la improvisación. La contestación es, obviamente, nunca.

La improvisación en el jazz nace en la base de un tema. Estos suelen estar construidos por ocho compases que se repiten, seguidos de otros ocho que forman el núcleo central dentro del que se presenta una idea distinta y se regresa al principio (esto son treinta y dos compases y hablamos de su forma lied). Si esta no es la base tendrá la del blues; esto es, doce compases; una estructura cíclica que puede alargarse sin límite alguno cuando hay cosas que contar.

Muy bien. Pero ¿qué hace el músico de jazz con todo esto? Pues dibujar nuevas líneas armónicas por encima de las que ofrece la base del tema.

En el caso de producirse modificaciones ornamentales y alteraciones mínimas estaremos ante una paráfrasis. Si, por el contrario, la improvisación consiste en añadir líneas completamente nuevas hablaremos de frase de coro. La paráfrasis es algo así como adornar la misma base; la frase de coro es lo que entendemos por improvisación hoy en día; es decir, una misma armonía (por ejemplo, de un estándar de jazz) se desarrolla con líneas melódicas distintas.

Ahora bien, algunos coros fueron tan sublimes que han quedado instalados como algo fijo e inamovible. No se me ocurre pensar en ‘My Favorite Things’ de John Coltrane con alguna variación respecto a lo que hizo el saxofonista. Esta es una característica de la improvisación que puede ser chocante. Pero ¿para que improvisar si se va a empeorar lo que ya está hecho? Otra forma de decirlo: la improvisación es, en los casos de excelencia musical, algo muy personal del músico. Cada coro se vincula a uno de ellos. Un solo de Parker escrito en una partitura e interpretado por otro, sería parecido a una repetición sin el alma necesaria; similar a un poema explicado y diseccionado por un experto sesudo que intentase desentrañar la mecánica de la escritura creyendo que es eso lo importante y no lo que, en realidad el poeta quiso transmitir; porque una cosa es la estructura y otra bien distinta ese sentimiento que solo puede llegar desde la emoción. Ya hemos apuntado que la improvisación en el jazz corresponde a un temperamento muy concreto, a un estado de ánimo irrepetible salvo que el músico sea el mismo y al que pertenece ese solo de alguna forma.

Se produce una paradoja. Miles Davis, por poner un caso, como improvisador es, al mismo tiempo, compositor e intérprete (piensen en ‘All of You’, por un momento). Todo se entrelaza de forma definitiva en ese tema. Ya dijimos en estas páginas que la técnica de Davis no era la mejor aunque, sin embargo, su música tenía en él al mejor intérprete posible. Otros músicos podrían tocar lo mismo que él aunque no sería ni parecido; al sonido le faltaría la autenticidad del temperamento exclusivo del trompetista.

Lo que sí es necesario dejar claro es que la improvisación no es algo que pueda definirse como yo toco y ya veremos cómo acaba la cosa... igual hay suerte y sale bien el experimento. Y no puede ser porque hay zonas que pueden ser improvisadas, otras que ya lo fueron y algunas en las que ese improvisador, compositor e intérprete, puede desarrollar su talento. Aquí toca referirse al arreglista aunque ya hablaremos en profundidad de esa figura. Es el que va a escribir música para que el intérprete logre atacar cualquier tema desde su propia personalidad. Aunque el problema se reduce si pensamos que el que escribe jazz es músico de jazz y, por tanto, improvisador.

Resumiendo, una improvisación puede re improvisarse sin que sea mejor una cosa u otra ya que se encuentran en el mismo plano. Eso sí, esa improvisación solo podrá interpretarla el músico que la realizó puesto que solo él es capaz de sentir del mismo modo.

La improvisación no significa no saber qué es exactamente lo que se hace y una ilimitada apertura a la imaginación. Podría ser que en alguna ocasión funcionase la fórmula. Pero lo normal es que no sea así.

Jazz es improvisar, jazz es sentir, jazz es narrar el mundo.

G. Ramírez

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