Jazz para los que no saben de jazz (III). La improvisación
Pero la buena noticia es que para
escuchar improvisaciones nos queda el jazz.
Los jazzmen también improvisan
sobre estructuras armónicas que son más o menos cerradas aunque algunas sean
tan abiertas que apenas se adivinen en el conjunto de una pieza. A diferencia
de los intérpretes actuales de música clásica que parecen no atreverse con la improvisación
-ni siquiera cuando una pieza está construida con ese fin entre otros- los
músicos de jazz es lo que hacen una y otra vez. Tanto es así que un tema sin
improvisación alguna no es reconocido por algunos como jazz. Así de sencillo;
aunque pensar esto puede ser un gran error. Como dijo Humphrey Lyttlton ‘en el
pleno sentido de componer ex tempore, es decir, sin ninguna preparación, la
improvisación ha demostrado ser inesencial y prácticamente inexistente en la
buena música de jazz’. Improvisar por improvisar es algo que puede resultar, al
menos, de dudosa necesidad.
En la música jazz no se puede
concebir que alguien quiera interpretar una partitura y que quiera hacerlo
desde un lugar parecido al original. ¡Con eso se pierde casi todo por el camino!
En el jazz, que representa la libertad más absoluta, todo depende del estado de
ánimo del músico, de la lectura que hace de su propio universo. Un músico de
jazz podría estar tocando ‘All of You’ y, al ver a una chica que le gusta yendo
al lavabo, comenzar a contarlo con todo lujo de detalles. Frase a frase. Con la
precisión y el sonido adecuado.
Crean cuando les digo que Bach
adornaba una chacona como Keith Jarrett adorna cualquiera de sus piezas. Así
siempre fue la música y así es el jazz. La gran diferencia es que las bases
armónicas son, lógicamente, distintas. Para entendernos, añadiré que lo que
para un músico en el barroco era, por ejemplo, el organum, para el de jazz es
el blues. En el jazz todo es blues que se desarrolla de una forma u otra. Y,
claro, las improvisaciones se sostienen sobre él. Por tanto, sin entender el
papel del blues, lo que representa en el jazz, sin intuir que es algo así como
el armazón de toda esta música; ni se puede tocar ni, casi, escuchar
disfrutando al máximo.
Alguien podría estar pensando
que, entonces, la improvisación está copiada a los músicos europeos más
antiguos. Ya les digo yo que los primeros músicos de jazz que improvisaron al
hacer música, no sabían nada de Bach ni de cualquier otro. Conviene recordar
que los primeros músicos eran esclavos y que los que siguieron pertenecían a
clases sociales muy desfavorecidas. Esto se traducía en una falta de
preparación académica absoluta. Algunos no sabían ni leer ni escribir. Pues
bien, lo que pasa es que esto de hacer música es igual en todas las partes del
mundo y sea durante la época que sea. Improvisar es cosa de músicos del mismo
modo que entendemos que hacer música es cosa de ellos. Hay que hacerse una
pregunta para entender todo esto: ¿Desde cuándo a un músico le gusta hacer
música que no sea la suya propia? En la contestación encontramos el sentido de
la improvisación. La contestación es, obviamente, nunca.
La improvisación en el jazz nace
en la base de un tema. Estos suelen estar construidos por ocho compases que se
repiten, seguidos de otros ocho que forman el núcleo central dentro del que se
presenta una idea distinta y se regresa al principio (esto son treinta y dos
compases y hablamos de su forma lied). Si esta no es la base tendrá la del
blues; esto es, doce compases; una estructura cíclica que puede alargarse sin
límite alguno cuando hay cosas que contar.
Muy bien. Pero ¿qué hace el
músico de jazz con todo esto? Pues dibujar nuevas líneas armónicas por encima
de las que ofrece la base del tema.
En el caso de producirse
modificaciones ornamentales y alteraciones mínimas estaremos ante una
paráfrasis. Si, por el contrario, la improvisación consiste en añadir líneas
completamente nuevas hablaremos de frase de coro. La paráfrasis es algo así
como adornar la misma base; la frase de coro es lo que entendemos por
improvisación hoy en día; es decir, una misma armonía (por ejemplo, de un
estándar de jazz) se desarrolla con líneas melódicas distintas.
Ahora bien, algunos coros fueron
tan sublimes que han quedado instalados como algo fijo e inamovible. No se me
ocurre pensar en ‘My Favorite Things’ de John Coltrane con alguna variación
respecto a lo que hizo el saxofonista. Esta es una característica de la
improvisación que puede ser chocante. Pero ¿para que improvisar si se va a empeorar
lo que ya está hecho? Otra forma de decirlo: la improvisación es, en los casos
de excelencia musical, algo muy personal del músico. Cada coro se vincula a uno
de ellos. Un solo de Parker escrito en una partitura e interpretado por otro,
sería parecido a una repetición sin el alma necesaria; similar a un poema
explicado y diseccionado por un experto sesudo que intentase desentrañar la
mecánica de la escritura creyendo que es eso lo importante y no lo que, en
realidad el poeta quiso transmitir; porque una cosa es la estructura y otra
bien distinta ese sentimiento que solo puede llegar desde la emoción. Ya hemos
apuntado que la improvisación en el jazz corresponde a un temperamento muy
concreto, a un estado de ánimo irrepetible salvo que el músico sea el mismo y
al que pertenece ese solo de alguna forma.
Se produce una paradoja. Miles
Davis, por poner un caso, como improvisador es, al mismo tiempo, compositor e
intérprete (piensen en ‘All of You’, por un momento). Todo se entrelaza de
forma definitiva en ese tema. Ya dijimos en estas páginas que la técnica de
Davis no era la mejor aunque, sin embargo, su música tenía en él al mejor
intérprete posible. Otros músicos podrían tocar lo mismo que él aunque no sería
ni parecido; al sonido le faltaría la autenticidad del temperamento exclusivo
del trompetista.
Lo que sí es necesario dejar
claro es que la improvisación no es algo que pueda definirse como yo toco y ya
veremos cómo acaba la cosa... igual hay suerte y sale bien el experimento. Y no
puede ser porque hay zonas que pueden ser improvisadas, otras que ya lo fueron
y algunas en las que ese improvisador, compositor e intérprete, puede
desarrollar su talento. Aquí toca referirse al arreglista aunque ya hablaremos
en profundidad de esa figura. Es el que va a escribir música para que el
intérprete logre atacar cualquier tema desde su propia personalidad. Aunque el
problema se reduce si pensamos que el que escribe jazz es músico de jazz y, por
tanto, improvisador.
Resumiendo, una improvisación
puede re improvisarse sin que sea mejor una cosa u otra ya que se encuentran en
el mismo plano. Eso sí, esa improvisación solo podrá interpretarla el músico
que la realizó puesto que solo él es capaz de sentir del mismo modo.
La improvisación no significa no
saber qué es exactamente lo que se hace y una ilimitada apertura a la
imaginación. Podría ser que en alguna ocasión funcionase la fórmula. Pero lo
normal es que no sea así.
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