José Luis Balbín |
Produce un inmenso bochorno echar un vistazo a los programas
de televisión en los que se producen debates sobre asuntos diversos. Salvo
honrosas excepciones, la talla intelectual de los que participan es muy bajo,
los gritos abundan, los aspavientos son frecuentes e, incluso, se llega al
insulto o a la falta de respeto. Hay algún caso en el que el nivel de los
participantes en el debate es, a priori, estupendo. Por ejemplo, el debate lo
protagonizan periodistas. Y, también, todo termina como el Rosario de la Aurora.
Ofensas, gritos, interrupciones, acusaciones. Un auténtico desastre.
Hemos aprendido (en general; ya sé que algunos siguen
manteniendo intactas sus formas y su nivel de cortesía sigue siendo exquisito)
que lo que funciona es gritar, quitar la palabra al otro y decir alguna
barbaridad de vez en cuando. Al menos, eso es lo que nos dicen repetidamente.
Por ejemplo, programa de éxito es igual a programa en el que se dicen cosas
horribles de otros, en el que los grandes protagonistas son unos incultos de cuidado
que gustan más a la masa cuanto más daño son capaces de hacer. Hemos aprendido
que tener razón equivale a decir nuestra verdad muy, muy, alto. Hemos aprendido
que eso de respetar a otros está muy por debajo de lo que creemos que es la
verdad.
Creo que hay que decirlo alto y claro. Las pantallas de
televisión se han llenado de periodistas gritando e interrumpiendo a otros
periodistas; se han llenado de paletos que abren la boca para destrozar el
lenguaje, de personajes patéticos que son invitados dado el bochorno que
provocan y el ridículo que pueden llegar a hacer puesto que eso se prima. En
las pantallas de televisión se está normalizando la chabacanería, se está
señalando el camino de la ignorancia como uno más.
Recuerdo que siendo un jovencito, los viernes por la noche
(tal vez los sábados, en realidad no lo recuerdo) se emitía en la televisión
pública un programa que dirigía José Luis Balbín. La clave. Te sentabas delante
del televisor y escuchabas. La opinión de uno, del otro, otra más... Cada turno
de palabra se respetaba con pulcritud, los asuntos se trataban por aquellos que
sabían de lo que iba la cosa y no por el primero que pasaba por la puerta... En
fin, era un programa serio, un programa que merecía la pena. Acababa el
programa y tu criterio era un poco más sólido. Hoy, por más que busco, no
encuentro nada parecido.
En cualquier caso, alzar la voz y hacer el ridículo es eso y
no otra cosa. Aunque aparezcas en la televisión y te paguen un dineral. Un
paleto con dinero no deja de ser un paleto. Creer que un sujeto que grita más
que otro tiene un criterio sólido y poderoso, es un error. Admirar a hombres y
mujeres que ganan dinero a base de decir idioteces y hacer daño con sus
palabras, es lamentable. Y esto está pasando.
G. Ramírez