Miro estupefacto la pantalla del televisor. Bailando con las estrellas. Parejas de bailarines intentado no hacer el ridículo sin conseguirlo. Un bailarín profesional acompaña a una famosa o conocida. Las bailarinas hacen lo propio con los populares. Bailan extraordinariamente mal. Los profesionales lo intentan aunque las diferencias son abismales y el conjunto resulta grotesco.

Una de las caras conocidas es la de un concursante de Reacción en Cadena. Se llama Bruno y tiene mal color. Baila igual de bien que el que escribe y ya les avanzo que no soy capaz de coordinar un solo paso. Es una cosa inexplicable cómo se retroalimentan las cadenas con los mismos personajes hasta que se agitan del todo. Y todos facturan tela a espuertas.

El jurado está compuesto por varias personas. Boris Izaguirre es una de ellas. Sabe de baile poco. Pero dice una cantidad de majaderías más que considerable queriendo aparentar que es un experto en la materia. Factura. Y Antonia Dell’Atte es otra de esas personas. Grita, pone cara de loca y dice cosas entre incongruentes y estúpidas. Factura. El resto del jurado es desconocido para mí.

Acaban de cargarse a la pareja formada por José Manuel Pinto (ex futbolista) y Paula (bailarina profesional). Competían contra Álvaro (bailarín profesional) y la Mala Rodríguez. En realidad bailaban igual de mal.

Jesús Vázquez está haciendo lo que puede presentando con entusiasmo casi histriónico y Valeria Mazza deambula por el plató sin atinar con la fórmula correcta para salir del paso de este estropicio.

En fin, Bailando con las estrellas es un bodrio de cuidado.

La pareja formada por Bruno Vila (el de Reacción en Cadena) y Marta Blanco (bailarina abnegada que está cargando con el mochuelo) se pone en marcha. Es su turno. Desastre total. No entiendo cómo no dicen algo a este chico. Debería fingir una lesión o algo y quitarse de en medio.

Se acabó la crónica. Es insoportable.