Haydée Milanés y Javier Colina: Bellezas imperfectas

by - octubre 23, 2025

 

Haydée Milanés y Javier Colina. / © Rafa Martín

Resulta curioso caminar por Madrid con el otoño recién llegado y saber que al final del camino te encontrarás con ritmos caribeños, con la esencia cubana en forma de corcheas y fusas, con el son y el bolero. El fresco se difumina al llegar al Auditorio Nacional de Música de Madrid.

El jazz es una música que casa con cualquier otro tipo de música. Desde la clásica hasta el flamenco, desde el pop hasta el funky, desde un extremo a otro, el jazz se acopla sin problemas. Y con los ritmos caribeños, por supuesto, eso ocurre con fluidez. Siempre, de ese matrimonio hay que esperar un buen resultado.

Sobre el escenario un contrabajo que terminará en manos de Javier Colina, un músico que acumula experiencia y saber como para no fallar casi nunca; un piano que será acariciado por Luis Guerra, un músico rápido de ideas, de fraseo robusto y lectura llena de recovecos desconocidos para otros; elementos de percusión que serán atacados por Moisés Porro, baterista exacto que siempre está en movimiento para encontrar el swing milimétrico; y un par de micrófonos, uno para Colina y el otro para la cantante cubana Haydée Milanés, hija de Pablo Milanés aunque ese detalle es, cada día que pasa, más irrelevante.

El concierto programado dentro del ciclo ‘Fronteras’ del Centro Nacional de Difusión Musical fue de menos a más. La afinación de la señora Milanés se vio comprometida en los dos o tres primeros temas aunque se corrigió por completo con el paso de los minutos. Tal vez fue la mala gestión con el micrófono lo que hizo que la cantante no terminara de encontrar su sitio al comenzar; tal vez fue un exceso de amplificación innecesaria. Por otra parte, Colina ‘se colaba’ con uno de sus ‘solos’ en el segundo tema. Es muy posible que falten algunas horas de ensayo en este grupo formado, todo hay que decirlo, por músicos excepcionales que supieron sacar adelante un concierto dubitativo.

Si Javier Colina estuvo a gran altura con el contrabajo -sin grandes alharacas aunque con rotundidad y eficacia- el pianista fue el que supo tirar del carro para avanzar. Improvisó de maravilla y supo leer los problemas que se planteaban para resolverlos con rapidez. Por su parte, Moisés Porro, en una segunda línea discreta aunque efectiva, no falló una nota y colaboró de forma activa en el desarrollo de ‘A mi manera’ (así se llamó el concierto). La señora Milanés estuvo bien y, en algunos temas, muy bien. Su registro vocal es limitado y esta mujer no puede hacer gran cosa en los registros más agudos o en los más graves, no tiene una voz que se adapte fácilmente a un tipo de música distinto del bolero o la balada más tradicional, pero en lo suyo sabe desplegar talento y delicadeza a partes iguales. Intentó involucrar al público asistente aunque el personal no estuvo especialmente colaborador.

Sonaron canciones de Pablo Milanés (‘De qué callada manera’ o ‘Ya ves’), de Marta Valdés (‘Palabras’), de Sindo Garay (‘Retorna’ o ‘La tarde’) y de José Antonio Méndez (‘La gloria eres tú’). Sonó cuba, sonó el Caribe, sonó la trova tradicional y sonó jazz clásico gracias a los arreglos de Colina. Y el resultado fue más que satisfactorio aunque el comienzo fuera algo más gris. La belleza puede ser imperfecta.

No suele fallar el Centro Nacional de Difusión Musical y, esta vez, tampoco lo ha hecho. El Auditorio Nacional es siempre un refugio en cualquier momento del año. Para los aficionados es una alegría saber que se puede contar con un trabajo serio y profesional.

G. Ramírez

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