Miles Davis: El gran cambio dentro del cambio (I)

by - agosto 09, 2025

 

Miles Davis en 1960, photographe non identifié © Smithsonian Institution

«No exageramos cuando decimos que nunca en la historia del jazz se ha examinado con tanta penetración el fenómeno de la soledad como lo ha hecho Miles Davis». Esto es lo que dijo el crítico Michael James de uno de los instrumentistas más poderosos e importantes del jazz. Miles Davis dejó algunos de los mejores álbumes para la historia. Y el sonido de la trompeta nunca fue igual tras su aportación. Participa de la gestación del bebop, pero lo trascenderá con su ‘soft sound’. 

Miles Davis nació el 26 de mayo de 1926. Formó parte de una familia afroamericana y acomodada de St. Louis (EEUU). Su infancia y juventud no tuvo nada que ver con la de otros músicos de jazz que habían pasado grandes dificultades económicas y un rechazo social importante. En cualquier caso, los problemas raciales no fueron ajenos a Davis y los sufrió, en mayor o menor medida, durante buena parte de su vida. Se libró de los educacionales y económicos. 
Comenzó su acercamiento a la música de la mano de Elwood Buchanan y, posteriormente, de la del primer trompetista de la orquesta sinfónica de su ciudad natal, Joe Gustat. Las enseñanzas de ambos le marcaron decisivamente, aunque lo que le formó una personalidad propia como instrumentista fue su capacidad de experimentación y de búsqueda de nuevos sonidos y formas modales. El carácter independiente de Davis se dejó notar a lo largo de toda su vida. 
Tras un primer contacto con el jazz en el instituto, y a través de Buchanan, conoció al trompetista Clark Terry, que quedó impresionado con las habilidades del joven. En esos momentos, el mundo estaba en guerra y en Nueva York comenzaba a intuirse el gran cambio protagonizado por Parker y Gillespie. 
Davis tocó junto al contrabajista Jimmy Blanton, el pianista Duke Brooks y el saxofonista Sonny Stitt. Fue Stitt el que le pidió que fuera a Nueva York para que tocase allí. No fue posible puesto que Davis era menor de edad y sus padres no consintieron que abandonase los estudios. 
Sin alcanzar la mayoría de edad, Davis se encontró tocando, a petición de Billy Eckstine, junto a Parker, Gillespie, Buddy Anderson, Gene Ammons, Lucky Thompson y Art Blakey. La banda era de las que quitaba el hipo y Davis, por supuesto, quedó fascinado por lo que hacían esos músicos. En concreto, Parker le dejó marcado. El bebop asomaba la cabeza y la búsqueda musical más moderna apuntaba en esa dirección, aunque nadie supiera, todavía, lo que era o lo que iba a suponer en el panorama musical. 
Miles Davis decidió dedicarse a la música y buscar a Parker para arrimarse a él en un intento de aprender y vivir desde dentro la gran revolución. Consiguió que su padre le matriculase en la Juillard School de Nueva York. Corría el año 1944.


Con el primero que logró contactar fue con Gillespie. Parker estaba desaparecido como era normal en él. Pasaron las semanas, se acabó el dinero y las visitas a todos los mejores clubes de jazz fueron diarios. Esa música era la que quería hacer Davis. Y, por fin, Parker apareció frente a la puerta del club Heatwave. Fue amable y el resto de músicos, pensando que Davis era amigo de Bird, le acogieron sin problemas. Davis sabía que algo grande estaba ocurriendo y que era necesario estar allí para participar. Además, el jazz era el único tipo de música que le permitía expresar todo aquello que quería. Muy poco después, conoció a Thelonious Monk, que ya experimentaba con el silencio en sus composiciones. Si algo marcó la música del trompetista fue precisamente ese silencio que tanto utilizaba el pianista. 
A pesar de todo, aunque este encuentro resultó fundamental en la carrera musical de Davis, conviene recordar que, finalmente, tuvo que buscar su propio sonido puesto que el bebop le acercaba a lo deseado, pero no resolvía del todo su necesidad expresiva. Lo que pensaba sobre el universo no enganchaba del todo con lo que se hacía en ese momento. 
En Nueva York, conviviendo con Monk, Parker o Gillespie, su sonido era más arcaico, infinitamente menos depurado, más separado del relato que en su música tardía (en plena madurez, la música de Miles Davis apenas tenía vibrato, ni atacca, era técnicamente perfecta). 
Sea como fuera, Davis ya estaba integrado en una maquinaria que comenzaba a recorrer la distancia que separaba las distintas tradiciones del segundo gran cambio en la música jazz. 
Fue haciendo música con los grandes instrumentistas de la época. Formó parte de los Beboppers de Bird, en los que estaban Max Roach, Curley Russell y Sadik Hakim (saxo alto, batería, contrabajo, piano y trompeta). De esta banda quedaron, para deleite de los aficionados, algunas grabaciones magníficas que siguen siendo el referente si queremos saber cómo el bebop evolucionó. ‘Billie’s Bounce’ y ‘Now’s the Time’ son claros ejemplos. En cuanto a la intervención de Davis en estas grabaciones podemos decir que no fueron del todo perfectas. Gillespie tuvo que echar un capote con su trompeta, puesto que el joven músico no estaba del todo preparado. No hay que olvidar que el nivel técnico de los músicos que formaban parte de esta banda era colosal y que eran muy pocos los capaces de seguir el ritmo en el fraseo de Bird o asimilar los nuevos conceptos que estaban obligando a revisar las formas y el fondo del jazz. 
Hasta 1947, Miles Davis no grabó como líder del grupo. Pero ese año ya se le puede considerar un músico de gran nivel técnico y creativo. Le acompañaron el propio Parker, Roach, Nelson Boyd y John Lewis. Si a cualquier aficionado al jazz se le pregunta, por ejemplo, por ‘Milestones’, sabrá que es uno de los temas que grabaron estos músicos, puesto que se trata de una auténtica joya. 
Es el momento de hablar de Gil Evans. Este fue el arreglista que más influyó en la música de Davis. Y este gusto por su trabajo fue una de las razones por las que Davis comenzó a construir un cambio dentro del que se estaba produciendo con el bebop. Evans contribuyó decisivamente, junto a músicos extraordinarios, a grabar uno de los mejores discos de jazz de toda la historia. Davis sentía que el bebop no le permitía desarrollar su potencial musical. En concreto, la trompeta de Gillespie no terminaba de dejar a la de Davis que lograra eso que tanto buscaba. El disco se llamó ‘Birth Of The Cool’ y se grabó entre abril de 1949 y marzo de 1950.

Miles Davis y Jeanne Moreau. / Universal Photo. Sipa Press

Capitol, la banda de Davis, estaba compuesta por nueve músicos tocando al mismo tiempo. En realidad, eran más de nueve (dependiendo de la grabación tocaban unos u otros). Era un noneto formado por más de nueve músicos. Los trombones eran cosa de J. J. Johnson y Kai Winding; Max Roach a la batería; Al Haig y John Lewis al piano; Joe Shulman, Al McKibbon y Nelson Boyd tocaban el contrabajo: Junior Collins, Gunter Schuller y S. Siegelstein la trompeta francesa; John Barber la tuba; Lee Konitz y Gerry Mulligan el saxo alto y barítono, respectivamente. Apabullante. Miles Davis necesitaba de esos nueve instrumentos para expresar aquello que quería. El sonido era suave, menos intenso de lo que era el de Parker o Gillespie; buscaba crear un clima en el que todo podía quedar dentro tiñéndose con las notas de los nueves músicos que se alternaban cuando era necesario. El propio Davis bautizó aquel nuevo sonido con el nombre de Soft Sound. Era una música más pausada; más fácil de escuchar sin tener que renunciar a la cálida técnica y a la modernidad del impetuoso y más nervioso bebop
Gil Evans decía que todo lo que hacía Miles Davis “se movía a una velocidad mínima... y se hacía en voz baja para crear sound... el sonido flotaba como una nube”. Y es verdad que esa nube existía aunque lo grande es que cada improvisación traspasaba el velo como si se tratase de un rayo de luz. 
Lo que hizo Miles Davis fue dotar de un carácter íntimo a la música de Bird. Efectivamente, si escuchamos con atención la música de Parker, si somos capaces de suavizar el énfasis y el nerviosismo de su fraseo, encontramos esa música tan íntima que hacía Lester Young. 
Tras este primer triunfo rotundo, viajó a París junto con Tadd Dameron. Entre la gran cantidad de personas que conoció se encontraba Juliette Gréco, su amor imposible. Su regreso a Estados Unidos, seguramente producto de su fracaso amoroso, se convierte en una auténtica montaña rusa. Drogas, bajos fondos, abandono del trabajo. Iban llegando nuevos trompetistas a la escena musical y la importancia de Davis se ve amenazada. Estamos hablando de, por ejemplo, Clifford Brown. Miles Davis tenía que reaccionar. Pero de eso hablamos la próxima semana.


 
LA MÚSICA ELECTRÓNICA YA APUNTA 
En la época del jazz tradicional, los aficionados sabían con exactitud dónde comenzaba un sonido y el momento preciso en el que acababa. Pero llegó Miles Davis para hacer que eso dejase de ser algo evidente. 
La música de Davis careció de agresividad y llegaba desde algún lugar desconocido para regresar poco después sin que nadie pudiera identificar el territorio. Era algo así como aparecer de la nada y diluirse de nuevo en un misterio. 
Y, cuando Davis utilizaba la sordina, el efecto se multiplicaba de forma generosa. Esto hizo que los aficionados recibieran el nuevo sonido con entusiasmo. 
Esto dio como resultado, además, señalar con claridad el camino hacia la música electrónica, que el trompetista entendía como «la continuación de la música por otros medios». 
Algunos de los solos que consiguió Miles Davis con su trompeta y su sordina resultan inolvidables por su belleza. Por ejemplo, el que realizó utilizando la base de ‘All of YouTube o el que logró utilizando la estructura del tema de T. Monk ‘Round Midnight’.

G. Ramírez




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