'La Sylphide': La estética del amor imposible

by - diciembre 15, 2024

Fotografías cortesía de la CND.

Madrid está vestida de gala. Las calles iluminadas por millones de bombillas se ven preciosas y los visitantes las pasean asombrados. El Teatro de la Zarzuela de Madrid, a la orilla del resplandor navideño, se va llenando de aficionados a la danza, aficionados que esperan comprobar que la Compañía Nacional de Danza se va consolidando poco a poco. 

Veo la función con una joven americana  del estado de Maine a mi derecha (Katherine) que entiende perfectamente lo que le cuentan en el escenario. Habla con muchas dificultades el castellano, pero en la danza no hay idiomas; al contrario, es el lenguaje universal desde que el hombre es hombre y quiso expresar una idea. Da igual ser de Maine o de Toledo como yo mismo para poder disfrutar de la danza, del arte.

‘La Sylphide’ es un ballet romántico en el que se habla de la necesidad de amar y de lo costoso que es hacerlo si es que alguna vez se consigue; habla de lo que todo el romanticismo habló que no es otra cosa que la contraposición de lo bello y lo doloroso; habla de un destino marcado siempre por lo que somos capaces de arriesgar. Y es, sobre todo un ballet precioso que gusta a todo aquel que se arrime a él.

‘La Sylphide’ lo firmó August Bournonville, un danés que amaba la música sobre todas las cosas y la entendía como cimiento para cualquier forma de danzar, para pensar cualquier coreografía. Bournonville fue bailarín, coreógrafo y maestro de ballet.

La Compañía Nacional de Danza, dirigida por Muriel Romero, nos acerca, con mucho tino, la obra que se representará en el Teatro de la Zarzuela de Madrid hasta el próximo 22 de diciembre.

La puesta en escena de Petrusjka Broholm, danesa como Bournonville, se ciñe a lo que podríamos definir como representación clásica de la obra que, por tanto, trata de ser fiel a la idea de su creador. Ya montó en 2023 esta misma obra para su estreno por la Compañía Nacional de Danza y, ahora, regresa para reponer la producción. Se trata de una puesta en escena precisa, económica en cuanto a elementos irrelevantes, y clara para el espectador que puede atender a los bailarines sin tener que centrar el foco en otros aspectos mostrados en el escenario. La narrativa del ballet es clara, casi quirúrgica, y la puesta en escena hace que resalte y pueda ser comprendida por cualquier tipo de espectador. Se consigue que en el escenario se traduzca con detalle lo que la partitura de Herman Severin Løvenskiold dice al tiempo que los bailarines expresan. Es una puesta en escena muy inocente, muy amable.

Los bailarines de Muriel Romero muestran una muy buena preparación técnica. Todo fluye en el escenario sin que apenas notemos que estamos ante una compañía de danza. Si bien es cierto que el nivel es bastante homogéneo, destacan Giada Rossi (elegante, sensual y evocadora al expresar corporalmente) y Felipe Domingos (un torbellino de tremenda fuerza física y una técnica que, aunque mejorará con el tiempo, promete cosas más que importantes). Yanier Gómez Noda, que estuvo bien, cometió un par de errores que deslucieron su trabajo, dos pequeñas cosas que, aunque sin gran importancia, no pueden producirse en el nivel que se exige a la Compañía Nacional de Danza. El resto de bailarines hicieron un trabajo serio y más que notable.

La tarde de danza fue espléndida con el teatro lleno (se colgó el cartel de ‘no hay billetes’). El frío de Madrid esperaba en la calle al terminar la función. El frío y, también, el bullicio que anuncia la Navidad en la capital y ese aroma a belleza que solo una ciudad como Madrid es capaz de desprender a cualquier hora y en cualquier momento.

G. Ramírez

 

You May Also Like

0 comments