Deporte y cultura: Un matrimonio feliz
El deporte puede aparecer de distintas formas en las obras de arte. A veces, de un modo muy evidente o como tema principal. Muchas otras, como un vehículo más con el que poder mostrar aspectos de la trama desde una perspectiva que refuerza la intención de los autores. En cualquier caso, la potencia que genera la unión de cultura y deporte es apabullante.
La profunda relación entre
cultura y deporte –algo que a muchos les parece imposible- siempre estuvo
presente en las obras firmadas por algunos de los grandes autores del siglo XX.
A veces, este vínculo formó parte de la trama de las novelas o películas, bien
con el fin de perfilar personajes, bien intentando dibujar escenarios; e
incluso fue la excusa del artista con la que crear una gran obra. Por ejemplo,
John Ronald Reuel Tolkien, tras lesionarse practicando tenis y durante un largo
periodo de recuperación, decidió escribir ‘El señor de los anillos’. Nada más y
nada menos. Un incidente de lo más afortunado para la humanidad.
Practicar o ser aficionado a un
deporte no está reñido con la cultura. Ni mucho menos. Otro autor que mostraba
gran interés por el deporte, por el boxeo en concreto, fue Julio Cortázar.
Alguna vez dijo que acudía a los combates con un libro debajo del brazo y que
miraba aquello como si de una gran manifestación estética se tratase. Cortázar
se vio influenciado, desde niño, por las grandes peleas de la época que eran
consideradas casi batallas entre países. Algunos de sus relatos tuvieron como
protagonista a un boxeador. Uno de ellos es ‘Torito’, relato dedicado a Justo
Suárez e incluido en su libro ‘Final del juego’ (1956), relato que merece la
pena leer por su intensidad narrativa: «De pibe yo peleaba de zurda, no sabes
lo que me gustaba fajar de zurda. Mi vieja se descompuso la primera vez que me
vio pelearme con uno que tenía como treinta años. Se creía que me iba a matar,
pobre vieja. Cuando el tipo se vino al suelo no lo podía creer. Te voy a decir
que yo tampoco, créeme que las primeras veces me parecía cosa de suerte».
Fotograma de 'El hombre que pudo reinar' con Sean Connery y Michael Caine |
El deporte puede aparecer para
delimitar aspectos dramáticos ¿Recuerdan la extraordinaria película de John
Huston ‘El hombre que pudo reinar’? Asistimos a un momento inolvidable en el
que los habitantes de unos de los pueblos al que llegan los protagonistas
juegan al polo (en realidad, algo parecido a lo que se practica en occidente),
pero lo hacen golpeando, en lugar de una bola de madera, la cabeza de un
prisionero ejecutado. Eso sí, envuelta en una bolsa de tela. Supongo que con el
fin de alargar un poco el partido o para no poner todo perdido. Huston,
incluyendo algo tan brutal como esto, lo que hace es dibujar el escenario en el
que se encuentran sus personajes (excelentes Sean Connery y Michael Caine); un
lugar extraño, hostil, y en el que todo es posible. Esta película, que nada
tiene que ver con el deporte, se construye con perfección gracias a él; a la
definición de un pueblo atendiendo a sus prácticas deportivas. ¿No es el
deporte una maravillosa exposición de lo que somos y de nuestro carácter? Por
cierto, la película de Huston es un canto a los perdedores; eso sí, a los que
pierden compitiendo y han descubierto que es eso lo que merece la pena.
F. Scott Fitzgerald |
El polo sirve (esta vez jugado
con una bola de madera) al escritor F. Scott Fitzgerald como herramienta útil
con la que perfilar a uno de sus personajes y, así, ubicarle en un estrato
social muy concreto. El marido de Daisy, Tom Buchanan, es jugador de polo y
eso, en occidente, significa dinero, una clase social alta y cierta
exclusividad; el polo se percibe como un deporte elitista. Al menos es lo que
se maneja en el ideario común (se practica en clubes privados y es necesario
tener un caballo para practicarlo). El autor necesita colocar a la familia
Buchanan en un lugar determinado sin que el lector pueda tener duda alguna. Hay
diferentes clases de ricos (en ‘El gran Gatsby’ tenemos a este rico de verdad,
de los que tuvieron una fortuna antes de nacer, y al nuevo rico que representa
el propio Gatsby). Otro detalle interesante de esta novela es que el personaje
se llena de virilidad con su actividad deportiva, cosa que casa perfectamente
con su carácter a lo largo de la trama. Fitzgerald era un genio y aquí lo
demuestra, ya que incluso nos presenta un personaje femenino que practica tenis
y que no deja clara su condición sexual en ningún caso, pues en el momento
histórico en el que se desarrolla el relato, no se aceptaba con normalidad la
actividad deportiva entre las mujeres salvo en contadas ocasiones y, siempre, recaía
sobre ellas la sospecha de falta de feminidad y exceso de testosterona.
Podríamos decir que el autor juega con el lenguaje para rebajar o aumentar una
condición que no aborda directamente, pero que coloca al lector en un lugar en
el que la lectura se convierte en algo inquietante.
Fotograma de 'Evasión o victoria' de John Huston |
Otra película que aborda su tema
central a través del deporte es la famosísima ‘Evasión o victoria’; trabajo
dirigido, también, por John Huston, que utiliza el fútbol como vehículo para
hablar de lo necesaria que es la unidad y los valores más sanos y arraigados,
si se quiere alcanzar un objetivo. Elige el fútbol como deporte en el que los
participantes deben asociarse para ganar. Huston enfrenta dos formas de
entender el mundo: libertad frente a la brutalidad, la igualdad de los hombres
frente al racismo y el crimen. Los espectadores, por ello, desean que ese
partido lo ganen los prisioneros de guerra americanos, franceses, ingleses...,
que están recluidos en un campo de prisioneros alemán. Esa victoria significa
la supervivencia de una ideología implantada en gran parte del mundo. Esta vez,
el canto es dedicado a los que teniendo todo perdido encuentran una oportunidad
en la competición para poder salir adelante.
¿Hay algo que aglutine más y
mejor a un grupo de personas que un deporte? Seguramente no, pero sí existen
cosas que tengan el mismo poder. Por ejemplo, la cultura. Aunque a algunos les
parezca mentira.
G. Ramírez
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